Ana Pellicena dejó de vivir en La Puebla cuando salió a estudiar a Zaragoza pero siempre con la certeza de que volvería porque era su deseo. Acabó Arquitectura en 2018 y pronto enlazó prácticas con trabajo hasta que en mayo de 2021 decidió instalarse en su pueblo desde donde ya teletrabajó en confinamiento y ya había probado la experiencia. Ser autónoma facilitó este cambio.
Solo en tiempo ya le ha compensado. «De casa al trabajo tenía 45 minutos y súmale desplazamientos en mi jornada con atascos, parquin…», dice. Desde entonces trabaja desde la localidad en proyectos del pueblo, en otros vecinos y también de Zaragoza. Se desplaza pero sin la congestión urbana, «el tiempo se estira» y, además de «aprovechar mucho más el día», en el medio rural ha encontrado nichos de mercado que la urbe no ofrece, como por ejemplo, el paisajismo. De hecho, las pasarelas peatonales que se instalarán en la vía verde las ha proyectado en colaboración con el despacho zaragozano con el que ya trabajaba. «Tengo más oportunidades, hay mucha variedad y debes adaptarte porque un arquitecto no puede esperar vivir aquí de hacer unifamiliares o reformas integrales como podría en Zaragoza», apunta.
Aparte está el imaginario colectivo que asocia a la Arquitectura con casas. Además de a edificaciones, también se dedican a certificaciones energéticas, tasaciones, informes o asesoramiento previo que es clave antes de comprar un solar o una vivienda para evitar sorpresas con la normativa urbanística. «Tocamos muchos ámbitos del día a día», concluye.