Alejandro Cañada Peña (Oliete, 1946) dirigió su camino vital y laboral hacia la Arquitectura, una de las Bellas Artes por la que en casa todavía no se habían decantado. En 1970 obtuvo el título de arquitecto en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura (E.T.S.A.) en Madrid y ya comenzó a trabajar en la provincia de Teruel desde cuya capital ha desarrollado toda su carrera.
Buena parte del carácter y seña de identidad de una ciudad o pueblo viene dada por la arquitectura de sus espacios y edificios. A ello ha contribuido Cañada especialmente en Teruel donde es casi imposible no encontrarse con sus obras. Sin ir más lejos, la remodelación del Mausoleo de los Amantes -que ahora se ampliará- es una de ellas. «El encargo que recibí era para un edificio en el que sólo iban a trabajar dos personas: limpieza y guía. Se ha convertido en un sitio muy visitado y que mantiene varios puestos de trabajo», reflexiona. Se añade el recinto ferial y palacio de exposiciones, otro complejo que disfrutan miles de personas que acuden a participar en actos y eventos; y no menos empleado es el nuevo Viaducto que ya es otra seña de identidad del casco urbano. Él mismo se topa con sus propios proyectos a diario. «Me voy fijando en cómo están, es inevitable», sonríe.
Hay más y también en la provincia, toda ella salpicada de sus ideas. «Al terminar la carrera sólo éramos dos arquitectos para toda la provincia, así que, en esa época se trabajó muchísimo. Yo viajaba muchísimo todo el tiempo», recuerda. Ermitas, iglesias, conventos, museos, residencias, hoteles u oficinas bancarias, son algunos de los sectores en los que ha trabajado. En Oliete también intervino, en este caso, en la restauración del poblado ibérico ‘El Palomar’ y en algunas acciones de urgencia en la iglesia en cuyo interior descansa parte de la obra de su padre Alejandro Cañada, autor del mural que preside el altar.
Él, al igual que sus hermanas, aprendió a dibujar al amparo de su progenitor, «una persona exigente» en su campo, por lo que adquirió una «herramienta muy importante» para su trabajo.
Aunque todos nacieron en Oliete, la familia ya residía en Zaragoza donde hace 75 años el padre abrió su estudio del que ahora se ocupa su nieto Carlos Carnicer -quien propuso al arquitecto para esta sección-. Él salió de allí para ir a Madrid a estudiar, un tiempo que compaginó con el trabajo en un importante estudio de arquitectos con sucursal en Ibiza. «Me encargué de la oficina de allí e iba y venía y no, la isla no tenía nada que ver a la de ahora, entonces era un paraíso hippie», apunta.
El regreso a Aragón vino por el Servicio Militar que realizó en Zaragoza donde recibió un encargo para Teruel. Fue su primo Juan Cañada, constructor en la ciudad, quien le encargó un chalé. «Fue muy importante por lo que supuso: mi incursión en la ciudad en la que terminé por establecerme», recuerda. Sigue con proyectos en marcha, entre ellos, la ampliación del Mausoleo o un hotel boutique. De momento, esta crisis sanitaria no ha paralizado a un sector que sufrió sobremanera la de 2008. «Durante siete años tuvimos 0 encargos. Los arquitectos salimos hacia todo el mundo mientras no ha habido trabajo aquí», dice. Esta paralización les llevó a abrir mercado internacional e intervinieron de forma conjunta en España y Paraguay entre 2013 y 2018.
Una de las Bellas Artes
Cifra en alrededor de 1.500 los proyectos que ha sacado adelante a lo largo de cinco décadas de oficio que poco a poco va cediendo a su hijo Lucas, que continúa con la Arquitectura dentro de la familia al cargo del estudio en la ciudad de los Amantes. Respecto al futuro, el olietano es «muy optimista» con un sector cada vez más preparado y con más medios.
Si antes predominaban las iglesias y palacios para los más pudientes, ahora sigue habiendo estadios de fútbol, estaciones de tren, aeropuertos… y por otro lado, la Arquitectura se ha socializado de una manera tremenda», reflexiona y recuerda la esencia de la Arquitectura como «una de las Bellas Artes». Reconoce que en este sentido, «sí que es cierto que en este mundo cada vez más materialista quizá se relacione mucho con el mercado inmobiliario y se vea más el componente mercantil pero ahí está el componente artístico. No se puede negar», concluye.