«Algo bonito que traiga a gente bonita». Este es el objetivo con el que nació La Casa de Belmonte, un espacio concebido para el retiro de quienes buscan un lugar en el que dedicarse en cuerpo y alma a tiempo completo a la escritura. Objetivo cumplido a juzgar por el camino que, aunque corto debido al estallido de la pandemia, va llevando esta casa. En estos meses, por sus acogedoras dependencias ya han pasado algunas personas que han alumbrado párrafos, páginas, capítulos, poemas o artículos de algunos de sus trabajos.
Durante unos días es el cobijo de dos personas que han llegado por un motivo muy especial, ya que desde La Casa de Belmonte se ha impulsado la Beca de Escritura. Es la primera que lanzan desde el número uno de la calle Virgen del Pilar y no será la última. Si la pandemia limitó la llegada de huéspedes también generó nuevas ideas y una fue esta beca. «Era una manera de impulsar esta idea de que esta casa es para albergar a escritores en cualquier época, y también para generar que pasen cosas bonitas en el pueblo y la comarca», explica María Ruiz, responsable junto a su pareja del inmueble que reformaron hace unos años cuando llegaron buscando un destino de interior desde Mallorca. Ambos tienen sus trabajos pero son apasionados de la escritura y la lectura y por eso pensaron en dedicar el espacio a este ámbito. En cuanto a la beca, querían que fuera para noveles, autores que no hubieran publicado nunca. «Hay mucha gente que escribe muy bien y merece su oportunidad», añade.
Los interesados debían presentar un proyecto con un relato de adelanto del mismo. Los seleccionados conseguían una estancia en La Casa de Belmonte para continuar desarrollando el proyecto presentado. El primer premio consiste en un mes en la casa y los finalistas gozan de considerables descuentos. La convocatoria se lanzó en primavera y se presentaron más de 90 propuestas de las que quedaron unas 30 después de una criba con aquellas que cumplían con todos los requisitos. Patricia Beatriz Colombo se alzó con el primer premio; la jovencísima Fátima Haddouch es la primera finalista y Luis Pérez Leal, el segundo finalista.
Fue la deliberación de un jurado de primera línea «todos admirados y que me dijeron que sí a este proyecto sin cobrar a cambio», apunta Ruiz ante la sonrisa de Colombo y Pérez Leal, los dos que en estos días disfrutan de la estancia. Las personas que formaron el jurado de la beca son: Sergio del Molino, Milena Busquets, Bárbara Blasco -ganadora del Premio Tusquets en 2020-, Álex Susanna, poeta catalán y gestor cultural con casa en Calaceite, y Mª José Rebullida, belmontina dedicada al campo y «que escribe unos poemas maravillosos». Cabe recordar que Belmonte es la cuna de autores como Pío Membrado o Ramón Mur, entre otros nombres.
Autores y sus proyectos
Patricia Beatriz Colombo se cruzó el océano para llegar al pueblo, una localidad que cuando postuló para la beca ubicaba en Cuenca. «No era ese Belmonte pero da lo mismo, este me encanta», ríe. «Yo vengo de un pueblo también y con un entorno muy parecido a este con sus olivos y me estoy encontrando como en casa», cuenta Colombo. Nació en Buenos Aires y reside en un pueblo en Córdoba. «Quizá para ustedes quizá este es un pueblo más pero no lo es, allá no los tenemos y es precioso», cuenta. Ganó el primer premio «con un relato distópico» sobre el futuro.
La historia que está desarrollando transcurre en el siglo XXIII en una civilización que creció tanto que ya casi no hay registros del pasado remoto. Londres y París se han extendido tal punto que son una misma ciudad, hay muy pocos sitios verdes y el mundo está dividido en las nuevas democracias de Oriente y Occidente. El protagonista es un arquitecto que tiene que diseñar una obra para un coronel que dirige una de estas grandes civilizaciones de las grandes democracias y termina viajando a África, el único lugar que quedó fuera de este reparto y donde todavía se usa la tierra, la paja, la madera y, aunque el agua escasea, se las arreglan para abastecerse. «Ya no se estudia la Historia sino el futuro porque hay mucha censura a lo que pasó antes y el valor supremo es la eficiencia. Este arquitecto quiere mirar un poco hacia atrás para ver cómo eran y pasaban las cosas antes», apunta. Colombo es traductora de inglés y francés y trabaja todos los días y todo el día escribiendo aunque no usando su creatividad plena. «No sé si publicar es mi fin porque ahora todo el mundo puede hacerlo si pone dinero, por eso me pareció interesante esta alternativa de venir a escribir, meterme en ese proceso y hacerlo de forma consciente y profundamente todos los días. Para mí, escribir es escuchar a mi yo y me siento muy bien», añade.
Su compañero de estancia y segundo finalista, Luis Pérez Leal, asiente ante estas palabras. Él también ha encontrado ese lugar en el que dedicarse a ser escritor todo el día. De hecho, el martes afrontó su primera crisis como tal. «Acabo del trabajo a las siete de la tarde y me pongo a veces a las ocho durante una hora y algún fin de semana pero ahora aquí estoy todo el día con ello. Escribir no es solo poner palabras, es también proyectar siguientes capítulos, organizar… y creo que estoy viviendo el trabajo de escritor de verdad con sus momentos álgidos y bajos y en un entorno que me da una tranquilidad perfecta». Procede de Barcelona y no conocía la zona a la que regresará ya que es un «turista empedernido» cuyo sueño es viajar y escribir.
Se ha presentado a varios concursos y lo han seleccionado en unos cuantos. Los toma como una formación. «Me cuesta centrarme y esto exige fecha de entrega, algo que me va bien», dice. Destaca que en Belmonte se pidiera un proyecto para desarrollar y no solo un relato, algo que le ha hecho recuperar una idea que lleva en su cabeza más de diez años. «Yo no esperaba ni ganar ni quedar finalista pero la idea de poder dedicarme un tiempo solo a escribir me tiraba muchísimo. Además, venía de una época de ansiedad con un bajón muy grande en el que no había hecho nada de escritura, esto se convocó cuando estaba empezando a dejar la medicación y me vino perfecto», añade.
Esa idea de hace una década está basada en la anterior crisis de 2008 aunque es atemporal. Cuenta la historia de un chico de familia acomodada que no tiene problemas económicos pero está perdido. No sabe ni qué estudiar ni de qué trabajar y tuvo una adolescencia un tanto complicada de rebeldía. Cuando empieza a salir de ahí muere una tía abuela muy querida que le deja en herencia un piso muy grande del que todo su entorno le dice que le saque el máximo provecho ya sea vendiendo, alquilando o para turismo. Decide que no, que ya es hora de espabilar trabajando para costear el piso y su vida. «Hace un viaje vital a la autosuficiencia, fue una época con un paro juvenil muy alto y tiene trabajos precarios. El relato es muy coral porque en una semana tiene uno diferente cada día y se va encontrando con muchos personajes», apunta.
Ambos coinciden en la responsabilidad que conlleva esta beca, tanto con uno mismo como respecto al jurado que ha confiado en sus proyectos. «Salir, saldrán adelante», dicen al tiempo que valoran la fórmula de las estancias. «Charlamos mucho, todas las noches las pasamos conversando de escritura», señala Colombo. De hecho, ese es el lema de La Casa de Belmonte para quien necesite un refugio literario en cualquier momento: «Una casa donde escribir, y hablar de escribir».