La cuarta pared mengua cada vez que Daniel y los suyos se suben al escenario y ese es uno de los empeños de Daniel, que la música sea cercana y siempre que se pueda, romper esa barrera invisible que separa escenario de patio de butacas.
Daniel Simón Goni (Alcañiz, 1984) es músico profesional y reparte su tiempo entre los escenarios y la docencia en el Conservatorio Santa María en Zaragoza y la Escuela Municipal de Música José de Nebra de Calatayud. Ha terminado ya el curso y continúa estudiando porque «siempre hay que estar preparado». La de músico es una carrera de fondo y una forma de vida como puede ser la de un atleta. «Cuando te llegan propuestas de conciertos, colaboraciones, clases u otros eventos, suele llegar con muy poco margen de tiempo y por eso hay que estar en forma tanto en la parte artística y mental como en la física porque entran en juego las posiciones, el abdomen o la embocadura… Muchas cosas», explica. Esta intensa actividad artística es «necesaria» para dar clase. «Yo tengo que experimentar lo que trato de transmitir a mi alumnado y tengo que seguir pisando escenario», apunta.
Mientras finiquita el curso lleva entre manos la preparación del segundo disco didáctico que graba. Al igual que el primero, los detalles están disponibles en formato físico pero también digital. y la puesta a punto de nuevo repertorio con el Cuarteto Novus 12.1 y la Novus Band 7.0 donde se mueve entre el clásico, el contemporáneo y música moderna. Los avances y novedades de la agrupación se pueden seguir en su Instagram y su canal de Youtube, lo mismo que los del propio Simón. Los Novus van rompiendo esa cuarta pared allá donde son llamados y la lista es variada ya que son solicitados para actuar en congresos o en el festival de jazz de Zaragoza pasando por la semana cultural de Alacón. Recuerda una actuación en una torre medieval dentro del ciclo de naturaleza y música de la Olla de Huesca como una de las más curiosas. «La gente disfruta del paisaje mientras nos escucha y espero que cosas así se vayan recuperando porque son experiencias muy bonitas», dice.
Si el ambiente y escenario se prestan, acuden con sus trajes coloridos desterrando ese «negro riguroso del Barroco» y cambian el escenario por algo más próximo. Tocar con la gente a su alrededor o mimetizados en el entorno. «En Estercuel hicimos una parte de un concierto entre la maquinaria del molino», recuerda. «Son pequeños cambios pero el público lo agradece mucho y todos nos lo pasamos genial», sonríe. Confía en que se retomen propuestas así y esa sensibilidad por la música en vivo, la apuesta por la calidad y que los programadores no se conformen con cualquier cosa. El público sabe reconocer la profesionalidad, la demanda y la valora.
Todo empezó con una sintonía
La curiosidad por la sintonía de los dibujos de «La pantera rosa» le llevó a querer saber más de ese instrumento. Comenzó en música y movimiento y con 8 años cogió el saxofón en la Unión Musical Virgen de Pueyos. En el conservatorio todavía no estaba la especialidad de saxofón pero él siguió tocando y con 15 años hizo su primer concierto de solista. Con 16, una vez se habilitó la especialidad, accedió al conservatorio e hizo en cuatro años la carrera de diez de grado medio. En la escuela municipal de Andorra dio sus primeras horas de clase mientras cursaba el Superior en Zaragoza, estudios que terminó en 2009 «en plena crisis».
La posibilidad de salir a Ámsterdam ganaba terreno pero la desestimó porque aprobó la plaza para una beca en la banda de la Diputación de Zaragoza. «El 80% de mi promoción está en el extranjero, eso nos debería hacer pensar porque de Aragón y, desde luego de Alcañiz, salen músicos buenísimos pero sin opciones», reflexiona. «Yo me quedé porque tenía trabajo pero si no, igual hubiera tomado otro rumbo», añade. Se siguió formando en España en clásica y contemporánea y en los cuatro tipos de saxofón, por lo que está preparado para todo. De hecho, es uno de los componentes del espectáculo de jota «Para cantarla he nacido» de María Teresa Pardos que ya se vio en el Teatro de las Esquinas en primavera y podría regresar a escena.
En su casa no hubo músicos profesionales pero sí mucho cariño a este arte en todas sus vertientes. «Se podía escuchar desde Mecano hasta María Callas», dice. Tuvo claro que quería el saxofón, tanto, que sus padres algo verían en él porque le compraron el primero siendo niño. «Era un crío y el saxofón costaba dinero. Lo pienso ahora y, madre mía el esfuerzo que hicieron mis padres… Lo guardo con todo cariño», cuenta. Como destacó también Manuel Quesada, por quien fue propuesto para EncontraRTE, tuvo el apoyo en casa y su entorno. Sin duda, sus padres y su hermano -que también hizo su incursión musical-, además «del vecindario», han estado en las duras y en las maduras. Sobre todo, en las duras. «Horas y horas de ensayo en casa para sacar unos sonidos cuanto menos extraños. ¡La paciencia que han tenido!», concluye agradecido.