Al igual que el vibrar de los tambores llegó al Bajo Aragón, se va. Y lo hace dejando a su paso una huella heredada entre generaciones que une a una tierra. Los actos de la Semana Santa aún no han terminado en muchas localidades, pero no les acompañará el característico sonido de tambores, bombos y cornetas. El Cese marcó por todo lo alto el fin de los redobles en municipios como La Puebla de Híjar -los últimos en acabar a las diez de la noche-, Calanda, Albalate, Andorra, Alcorisa, Samper, Urrea y Alcañiz como novedad. Y es que no es fácil despedirse de aquello que es mucho más que un instrumento, pero si se hace acompañado es más fácil.
Alcañiz hizo oficial por primera vez el cese del toque del tambor el Sábado Santo tras finalizar el Santo Entierro. Arturo Gaibar fue el encargado de bajar el cetrillo en representación de su abuela, Vicenta Martínez, la priora del Santo Entierro.
Cinco minutos antes de que el reloj marcara las 20.00, la cofradía abrió las puertas del ayuntamiento a una plaza que no paraba de vibrar. Todos los asistentes, con sus túnicas y al unísono, se convirtieron en un único toque. El representante de la priora, con toda la atención puesta en él, levantó con fuerza el cetrillo, y los tambores sonaron aún más fuerte. Una marea azul que quiso que todo Alcañiz y el Bajo Aragón le escuche, sabiendo que era la última vez en el año que hacían sonar sus instrumentos. Un intenso minuto después, bajaba el cetrillo, y todos los tambores cesaron dando paso a los inevitables aplausos, abrazos y alguna lágrima para compartir la sensibilidad del momento.
Un emotivo acto que asemeja al Romper la Hora el Jueves Santo a medianoche -aunque no en el caso de Alcañiz-, pero en esta ocasión al revés. En ambas, con el mismo sentimiento puesto sobre los palillos y la tradición de una tierra. El primer cese oficial que lleva a cabo la localidad fue todo un «éxito», con un final por todo lo alto. Este acto, común en el resto de pueblos de la Ruta, ha llegado a Alcañiz para quedarse gracias a cuatro alcañizanos anónimos que han trabajando durante un año en reuniones para hacerlo posible.
Los actos aún no han finalizado, porque el domingo a la 13.00 tendrá lugar la Procesión de las Palometas. Sin embargo, sí que ha sido un adiós para los tambores y las túnicas, que ya se guardan con cariño en el armario a la espera ansiada de la próxima Semana Santa.

La Puebla de Híjar sacude la noche
La Puebla de Híjar, veterana en esto del Cese, encogió el alma en la noche cerrada del Sábado Santo. Ya eran las nueve y cuarto y las cuadrillas apuraban con palillos y mazas los últimos minutos antes de que el reloj marcase las diez. Por un lado, muchas ganas de ese momento, pero otro lado, ninguna porque eso significa una despedida hasta el próximo año. A las cuadrillas se sumaron desde el balcón del ayuntamiento y a pie de calle, las personas que acudieron hasta allí en el Tren del Tambor a mediodía. El Cese del Toque era su despedida, y menuda despedida… Ahogando las lágrimas acabaron muchos y los que no, las dejaron fluir. Con las saetas marcando menos cuarto, el ritmo ya era imparable con un lado de la plaza luchando con su fuerza para imponer su marcha y entre pique y pique, apareció el alcalde. Pedro Bello se hizo pasillo tambor en alto y ya, todas las miradas se dirigieron a él. Ya nadie miraba al ayuntamiento, todos los cuerpos se giraron a mirar al centro de la plaza porque allí estaba la señal. A falta de tres minutos, se quitó el tambor y subió los dos peldaños del cajón móvil que se pone para este momento. Y ahí, elevado y bien visible para todos, las marchas desaparecieron para ser un estruendo ensordecedor que hacía temblar las tripas. Cada vez más, y más, y más todavía animadas por los gestos desafiantes del primer edil moviendo su mano pidiendo «más, más, más rápido, más fuerte». Y ahí, en ese momento, justo ahí, levantó esa misma mano sujetando sus palillos apuntando al cielo, y con un zarandeo rápido -casi fugaz-, se hizo el silencio con un corte limpio y seco. La plaza, esta vez con todos con su túnica negra, rompió entonces en abrazos, en vítores y aplausos y en gritos de alegría «por una Semana Santa más».

Calanda vuelve a su plaza
El cese de redobles llegó a Calanda al final de la mañana del Sábado Santo tras el Santo Entierro, que volvió a estar protagonizada por la lucha entre Longinos y el Centurión. Una disputa que acaba en cuanto el Centurión reconoce que Cristo ha resucitado, momento celebrado con aplausos de quienes presenciaron la recreación. A las dos de la tarde era la hora clave marcada y ya antes, mucho antes, las túnicas volvieron a teñir de morado la plaza por última vez este año como ya hicieran con la Rompida el día anterior. Desde los balcones del ayuntamiento, varias cornetas del Encuentro llamaron al silencio a menos cuarto. Se recordó a Mosen Vicente Allanegui y a los difuntos y se rezó una oración antes de que sonase la palillera recobrando el estruendo. A en punto, las cornetas volvieron a marcar el silencio, y esta vez, solo se rompió unos segundos con los tamborileros batiendo las pieles a modo de aplauso por las palabras de agradecimiento y emplazamiento, «si Dios quiere», a la Semana Santa de 2024 los días 28, 29 y 30 de marzo.