Del Mundo al Bajo Aragón: No es la primera vez que Dominika Zielinska visita Calanda y no será la última
La aparición de Dominika en Calanda todavía se recuerda. Fue el 1 del pasado agosto y ella y Mateusz, su compañero de viaje, se presentaron en el CBC. Iban ellos, sus mochilas y un cartón con el nombre del pueblo escrito en letras bien grandes. Llegaron en autostop desde Cataluña donde les dejó el avión que les trajo de Polonia.
Se presentaron en el lugar donde se celebraba el Festival Internacional de Cine Buñuel-Calanda, y robaron el corazón de todos con cuantos se cruzaron. Esa noche, antes de la proyección de la película, en el patio se presentó la tapa alegórica al cineasta y Dominika no dudó en salir voluntaria para probarla. Apenas manejaba el idioma pero sus gestos dejaron claro que sabía muy bien.
Lo que iba a ser un día en el pueblo se convirtió en tres y ella ha vuelto más veces. Lo dijo entonces pues de todos se despidió con un «nos volveremos a ver pronto».
Aquella historia que ocupó parte de las crónicas del Festival en este espacio, acabó con los dos amigos de regreso a Polonia pero con Dominika con la maquinaria en marcha para regresar. Una de las cosas que se llevó de Calanda fue muchos amigos y contactos, así que regresó pronto e invitada para participar en el Festival de Cine de Zaragoza en noviembre. «Aprendí desde organización hasta temas técnicos… Todo», explica.
Dominika estudió Cine y Nuevos Medios en Cracovia y en septiembre comenzó el Doctorado para especializarse en lo suyo, que es cine español y esperpento, así que, es fácil imaginar que aquel peregrinaje a Calanda tuvo a Luis Buñuel como motivo. Se instaló en marzo otra vez en Zaragoza y su estancia se prolongará, al menos hasta junio, el tiempo que dura la beca Erasmus de prácticas que realiza con la Linterna Mágica, un proyecto de cine para niños.
El contacto con la obra de Buñuel
Recuerda que fue con unos 15 años cuando le empezó a interesar el cine y que «Un perro andaluz» supuso un antes y un después. «Aquello llamó mi atención del surrealismo en general con Dalí también y me despertó el interés por el Arte, tanto que es mi segunda pasión después del cine», añade. Con esos mimbres se decantó por la carrera de Cine y cambió su Varsovia natal por Cracovia. Seguir investigando allí no era fácil porque muchas películas no podía verlas al no estar subtituladas en polaco.
«Me puse a aprender pero no tengo capacidad», dice ahora en un español que indica lo contrario. «Aprendí a hablar antes de venir con un español que resultó ser de Zaragoza y ahora es amigo, claro», dice riendo.
La única forma era viajar a España y en Zaragoza puede prepararse entre la biblioteca y la filmoteca en surrealismo y esperpento. «Aunque esté en Zaragoza, voy a Calanda porque ir era un sueño», reconoce.
Lo cumplió el verano pasado y en abril cuando pasó «una increíble Semana Santa» con Manolo y compañía, a los que ella llama su «familia calandina». Tocó el bombo e incluso dio una vuelta por Caspe.
No sabe qué pasará después de junio. Solo sabe que regresará a Polonia a dar unas clases pero con la intención de volver a volar. «Sé que mi corazón está en Aragón y que mi vida será entre Cracovia, Varsovia y España, es lo único seguro que tengo», concluye.