Si las paredes del cementerio de Caspe hablasen, contarían historias como la de su transformación para albergar más féretros o los cambios sociales, económicos, demográficos y culturales que se han ido dando en la Ciudad del Compromiso en los últimos 200 años. Esta es la conclusión a la que llegaron el historiador Amadeo Barceló y el periodista Alberto Serrano tras desarrollar un exhaustivo trabajo de campo.
La gran violencia que sufrió Caspe durante la Guerra Civil implicó que hubiera un número de enterramientos enorme. Si por aquel entonces ingresaban en el cementerio unas 150 personas, en aquel periodo bélico, en tres años se enterró a más de 1.000. También Barceló y Serrano analizaron cómo durante la pandemia de la gripe española en 1918, el número de fallecidos que ingresaron en este camposanto se disparó y duplicó las cifras del año anterior, siendo más de 390 fallecidos los que se enterraron allí durante la pandemia vírica.
Otro aspecto demográfico que se puede observar es, por ejemplo, el descenso de población que se dio en los años 80, ya que queda reflejado en un mejor ingreso de difuntos. Incluso, se pueden ver algunos cambios sociales, como la costumbre que cada vez está cogiendo más peso de incinerar a los seres queridos y desprenderse de las cenizas en lugar de enterrarlos. Por ello, en los últimos años se ven menos féretros del número de fallecidos que se han dado.
La evolución de la renta per cápita de los caspolinos es otro de los aspectos curiosos que se puede observar a través de una mirada crítica que se pasee entre las tumbas. Durante los años 40 ó 50, la sociedad depositaba a sus seres queridos bajo tierra, en sepultura, ya que era una opción más económica que los nichos. Esta fue la solución que se planteó la población de aquellos años de postguerra. «No todo el mundo se podía permitir pagar un nicho, como sí que se ven más a partir de los años 70», señaló Barceló.
En esa visión social, también se observa cuáles eran las familias más pudientes o con más influencia en la localidad. No todos los mausoleos que están situados en el pasillo central pertenecen a las familias más con más poder, pero «está claro que las familias de los años 20 que destacaban por su poderío económico construyeron una serie de panteones que, por suerte, todavía hoy perduran» explica el historiador.
Costumbres y ritos
Alberto Serrano, por su parte, habló de las costumbres, del ritual de la muerte… Por ejemplo, explicó que a principios del siglo 20 se desarrollaban ciertos ritos y vinculaciones al antiguo sacramento que se han ido perdiendo. Entre otros aspectos, se realizaban diferentes misas en función del poder del difunto. Además, en aquellos primeros años del cementerio, los fallecidos llegaban hasta allí a través de un carruaje, mientras que en la actualidad se emplea el coche fúnebre.