Desde hace tres años, Andorra está presente en el Teatro Real, el Teatro Monumental o el Templete del Parque de El Retiro de Madrid, algunos de los lugares más emblemáticos de la capital. Y lo está a través de las notas musicales que Ana Pallarés hace sonar con su clarinete, instrumento que acompaña a la andorrana desde que esta tan solo tenía cinco años.
La joven forma parte de la Banda Sinfónica Municipal de Madrid desde 2020, el año que lo cambió todo y demostró la importancia de la música en directo. «Hice las pruebas en septiembre de 2019 y no pensaba que fueran a llamarme, menos en esa época con todo lo que estaba ocurriendo. Entonces tan solo éramos 15 encima del escenario, con un metro y medio de distancia entre cada uno», recuerda Pallarés.
Acostumbrados a tocar para salas llenas y junto a un gran número de compañeros, músicos de orquestas y bandas de todo el país y el mundo entero descontaban los días para volver a su normalidad. La andorrana también fue una de ellas, aunque ahora por fin puede volver a compartir ese nerviosismo previo a salir a escena junto a sus casi 100 compañeros músicos.
De hecho, es una sensación que vive semanalmente. La banda organiza conciertos durante todo el año: en la temporada de otoño-invierno los realizan en teatros, mientras que durante la de primavera-verano también intercalan exterior para tocar en lugares tan especiales como El Retiro.
Aunque esos no son los únicos momentos que Ana destina a la música. Este es un «oficio sacrificado» que requiere constancia y dedicación, y prueba de ello son los ensayos diarios que realiza cada mañana. Pese al cansancio, no hay una fecha en el calendario en la que no haga sonar su clarinete y poder hacerlo es para ella «un sueño hecho realidad». «Te das cuenta de que puedes sentarte a tocar en la misma silla donde un día lo hicieron los clarinetistas más destacados del país. Es un privilegio», apunta.
Así lleva concibiendo la joven un mundo en el que se adentró con tan solo 5 años por «inspiración familiar». Creció en una casa llena de música en la que la oportunidad de tocar un instrumento no tardó en llegar. Y cuando llegó, esta lo hizo de la mano de sus padres, quienes tocaban en la banda de música de Andorra. «Yo también quería y enseguida me enseñaron a tocar el requinto, que es un instrumento similar al clarinete, pero más pequeño. Cuando ya lo dominaba comencé con el clarinete en la escuela municipal y después avancé de nivel en el conservatorio de Alcañiz», afirma.
Su etapa estudiantil continuó y culminó en el conservatorio de música de San Sebastián, centro para el que quedó primera en la lista de estudiantes que optaban a una plaza. «Es un momento que a día de hoy todavía recuerdo, especialmente porque aquellos años fui muy feliz y pude aprender muchísimo».
Hasta que no llegó allí, la andorrana era la única en su grupo de amigas que quería dedicarse a la música, una elección que en muchas ocasiones limita lo que uno puede hacer a esas edades por el gran volumen de ensayos. «Fue cuando empecé en ese conservatorio cuando vi que mucha gente también entendía la música a mi manera».
Todo ello siempre de la mano de un instrumento de carácter especial como lo es para ella el clarinete. «Es dolce, con un registro muy amplio que se complementa perfectamente con cualquier otro instrumento. Siempre que escuchas a una orquesta o banda y hay un solo de clarinete es especial», concluye.
Felicidades paisana,adelante.
Desde Santo Domingo, Republica Dominicana !Animo Ana!