Toñín Lizana (Alcañiz, 1975) está recorriendo medio mundo con su arte. Lo hace desde Alcañiz, la ciudad en la que hace unos años decidió empezar a probar con el arte digital. Se metió de lleno en ello y el mes pasado una de sus obras se proyectó en las calles de Shibuya. No sólo en este barrio de Tokio, también en Inglaterra, Polonia o Alemania, entre otros lugares se ha visto su obra y pronto se disfrutará de ella en el Internacional Small Art con «tres fans work de las Fancy Candy Girls», en el festival de Rochester, en Nueva York.
Se sirve de diferentes herramientas y medios como son la Inteligencia Artificial, Realidad virtual y Realidad aumentada. El año pasado creó «Recuerdos de una IA», un proyecto que engloba cuadros y Artbook, un cortometraje y una exposición en realidad virtual. Ahí comenzó su gira virtual por todo el mundo. El corto «Kepler-186F» fue premiado como el Mejor Cortometraje Animado de Ciencia Ficción en «The Indie for you film Festival – Online» en Los Angeles (EEUU).
Sus creaciones están hechas para verse especialmente en medios digitales aunque también algunas pueden quedar para formato físico, como por ejemplo, un cuadro o libros en los que ver el contenido en realidad aumentada a través de una aplicación. El usuario puede disfrutar de una experiencia amplia con vídeos y animaciones o verlos mediante «video mapping» (también conocido como hologramas).
El alcañizano, que recoge el testigo de José Antonio Gargallo en esta sección, lleva su tierra allá por donde se proyectan sus obras ya que emplea paisajes y edificios bajoaragoneses. También el talento porque trata de utilizar música de gente de la zona en algunos trabajos presentados fuera. Entre ellos están Goyo The Ghoul y Bison Mane, dos raperos que sonaron en Nueva York, o Anaju que sonó en las calles de Tokio en una instalación que se proyectó en 85 pantallas del barrio de Shibuya dentro del proyecto expositivo «30 Seconsd Museum» que organizó New Media Art y Neo Shibuya TV.
Buena parte de la obra del alcañizano se puede ver las 24 horas del día en Sansar, una plataforma creada con el espíritu de un museo. Se pueden ver algunos cuadros y vídeos y es apta para disfrutar de ella tanto en pantalla normal como en realidad virtual. «Llevas un avatar y te puedes encontrar con visitantes de todo el mundo e interactuar», explica. En ella se fijó recientemente un alumno de la Universidad de La Rioja que contactó con él porque la había seleccionado como trabajo final para una asignatura de «Patrimonio Histórico-Artístico». «Fue una sorpresa», sonríe.

Cuando decidió probar con el arte digital, Lizana entró en un mundo que cada vez es menos desconocido para el gran público ya que de vez en cuando van saltando noticias a los medios generalistas. «Ya hay gente que se gana la vida con la venta de arte de esta manera, hay plataformas específicas como el NTF (criptomonedas), Twitch, Patreon, o pantallas de televisores que están preparadas sólo para arte digital. Y da igual dónde estés, sea en Nueva York o en un pueblo bajoaragonés siempre que tengas cobertura», reflexiona. «Hace poco se vendió una jugada de baloncesto», añade.
Muestra parte de su trabajo en su canal de Youtube («Recuerdos de una IA) y en Instagram (unaraneta). También para esta red social ha creado filtros.
Sonríe al pensar en las veces que tiene que explicar esto a personas que todavía se están familiarizando con este nuevo mundo. Para dar a conocer su Artbook -a la venta y en la biblioteca-, hizo un anuncio y con inteligencia artificial creó una presentadora. «Me preguntaban que si era la de la librería», ríe.
Dos décadas como agitador cultural
Lizana entró en contacto con este mundo gracias a Ranetas, la asociación que ha liderado durante casi dos décadas y que dio por extinguida el pasado año. En 2019 celebró la quinta y última edición del Ranetas VR Fest, «un festival pionero». Su trabajo también le ayuda ya que es informático. «Pero de monte, me gusta desconectar y no tengo ni whatsapp en el móvil personal», advierte. «Tengo que estar al día de todo y lo estoy y mi trabajo también ayuda porque a veces tengo que resolver cosas a las que me enfrento por primera vez y también cosas raras… Todo suma», concluye sonriendo.