Luis Albiac creció y pasó gran parte de su adolescencia en la Zaragoceta, situada a un puñado de kilómetros de Caspe, aunque todavía lejos de cualquier vínculo con el mundo del hierro, algo que quizás era más sencillo de encontrar en el núcleo urbano. Ya con 14 años, comenzó a trabajar para la empresa Fontoba en la Ciudad del Compromiso. Este fue su primer acercamiento al mundo de la forja, que no tardó en cautivarle. Según él mismo explica, durante varias décadas ha estado realizando todo tipo de objetos (rejas, barandillas, biombos, candelabros…) a nivel profesional con este material. Actualmente, ya jubilado, asegura desde su taller en la carretera a Pescadores ser el último caspolino que todavía trabaja con el metal.
Si se le pregunta a Luis Albiac por qué es el hierro para él, responde contundente: «Es mi pasión. Yo entiendo al hierro una materia que toma vida al meterlo en la fragua. Te puedes expresar con él». Y eso es justamente lo que hace. Siguiendo las técnicas tradicionales cuyo origen se remonta varios milenios atrás, el caspolino busca día a día innovar con las formas y las figuras que su refinada imaginación le sugieren. «La técnica es la misma de siempre. Coger un hierro, calentarlo en la fragua y darle forma con el martillo. Pero a mí no me gusta anclarme en la forja tradicional, sino hacer cosas nuevas y artísticas. Busco personalizar lo tradicional», explica Albiac.
Dicho esto, hay que echar la vista atrás más de 50 años para alcanzar el primer día que Luis empezó a forjar. Sin tener idea alguna, comenzó su carrera profesional en la fábrica de Fontoba, siguiendo los pasos de un herrero que se dedicaba a hacer gancho en la fragua. Fue allí, en esos primeros meses, cuando se dio cuenta que le apasionaba y lo contempló como su plan de futuro. Dicho y hecho, fue aprendiendo la profesión hasta que «3 o 4 años más tarde» se decidió a montar su propio taller. «La realidad es que siempre he sido bastante autodidacta, aunque no es algo de lo que me enorgullezca demasiado. Tenía una base de lo que aprendí en esta empresa pero a partir de ahí fue todo prueba y error. Es dedicarle tiempo, al fin y al cabo, el hierro te dice por donde tienes que ir», añade el veterano herrero. Los años pasaron, y Luis Albiac consolidó al hierro y la forja como su profesión.
Esto es algo por lo que él se siente «muy privilegiado» ya que le ha permitido ganarse la vida con ello durante muchos años. Eso sí, también dice haber pasado momentos difíciles durante alguna época. «Hubo unos años en los que no había casi ventas y no pude dedicarme únicamente a ello. Estuve un tiempo haciendo lámparas con fibra de vidrio ya que había tocado algo de esto también en Fontoba». Pese a ello, el amor por la forja y por el hierro no cesó. La prueba es que a día de hoy, Luis continúa bajando por las tardes a su taller para realizar lo que más le gusta: calentar el hierro en la fragua y dar rienda suelta a su imaginación.
El futuro de la profesión
Al ser el último herrero en Caspe, quizás pueda parecer que Albiac es negativo con el futuro de la profesión pero él muestra todo lo contrario y destaca que cree que la profesión que él mismo ha desarrollado durante toda su vida goza de una buena salud. «Aquí no se está dando pero la realidad es que hay gente joven que si se está dedicando al hierro, aunque no sea en su vertiente más tradicional. La demanda sigue siendo la que es, que no es mucha, pero siempre tiene su clientela. Recordemos que la forja te permite la personalización del producto, por lo que tiene su mercado particular», termina el herrero.