Marta Robles atesora una amplia carrera periodística y una no menos prolífica trayectoria literaria. Su firma es una de las habituales en el Festival Aragón Negro (FAN) que desde hace ocho años recorre la comunidad. Este viernes, Robles visitó Andorra, localidad que tomó el testigo de San Mateo de Gállego (Zaragoza) como lugar de encuentro y presentación de su libro ‘La chica a la que no supiste amar’ (Ed. Espasa Narrativa, 2020), novela en la que pone rostro y nombres a la trata de mujeres con fines de explotación sexual.
Con este encuentro con lectores en el Espacio Escénico -bajo todas las medidas sanitarias-, Andorra clausuró su primer año como una de las sedes del FAN. «Ha sido una experiencia muy positiva en la que hemos contado con encuentros con autores muy interesantes, dijo la concejala de Cultura, Marga Santos, encargada de presentar a la escritora.
¿Qué cuenta 'La chica a la que no supiste amar?
Es una novela muy dura, muy comprometida pero está llena de reflexión, de música y hasta de poesía que creo que ayuda a mover las emociones que era un poco lo que yo pretendía. Creo que la diferencia entre cualquier creación es que emocione, ahí está la diferencia entre que sea buena o no. Yo quería emocionar especialmente con esta novela porque creo que tenemos el corazón muy endurecido respecto a la trata de mujeres con fines de explotación sexual. Ha habido tantos libros reales, reportajes, entrevistas, tantas cosas que ya parece que lo que nos cuenten al respecto no nos mueve ni nos conmueve. Pasamos por un prostíbulo, vemos las lucecitas de colores, sabemos lo que sucede ahí detrás pero nos da exactamente igual. Yo quería zarandear un poco al lector y quería hacerlo con un caso muy determinado, un caso de mucha dureza en el que uno la trata de mujeres con la enfermedad y en el que desvelo cómo las personas más normales de profesiones más cotidianas al final amparan este negocio que no podría darse sin ellas. Creo que es un proceso, un viaje para el lector que le mueve y le conmueve mucho, sobre todo, porque conoce la trata de mujeres en el caso de una persona con cara y ojos y se da cuenta de que es una mujer como cualquier otra, con los mismos problemas, que enferma como cualquiera y a la que la enfermedad le puede costar, no lo que a cualquier otra mujer, sino la muerte porque la deja convertida en un desecho, en material inservible para la prostitución. Esta mujer tenía un cáncer de mama y le hacen una mastectomía muy brutal y se convierte en material de desecho para la prostitución. Son muchas sensaciones en este libro.
¿Qué respuesta suele recibir del público ante esta historia?
De muchísima emoción y de muchísimo compromiso. En la presentación en San Mateo por ejemplo, me agradecían que hubiera contado esto porque me centro además en la trata de mujeres nigerianas que es el último escalón de la prostitución y la trata. Me decían que no conocían nada de esto pero se emocionaron por contarlo de esta manera y hacerles meter en la piel de una mujer que sufre, que siente, que sueña, que quiere lo mismo que cualquier mujer pero que tiene la mala suerte de nacer en un sitio determinado en unas circunstancias determinadas. El detective Roures como personaje principal, investiga este caso e investiga dos más, es decir, que hace un abanico de la sociedad de la que está viendo la trastienda, lo que pasa en ese espacio oscuro que siempre pensamos que protagonizan los malos malísimos y no nos damos cuenta de que a lo mejor lo protagoniza alguien que se toma el café con nosotros todos los días, que es lo más habitual. Las reflexiones del propio Roures están muy impregnadas de música, de literatura, de poesía y creo que eso también ayuda a que el lector saque luego sus propias conclusiones, que es lo que yo quiero. Por supuesto, no quiero ni adoctrinar, ni moralizar ni nada que se le parezca, no me gusta nada cuando se trata de hacer eso a través de la literatura. Lo que quiero es exponer para conmover y para que sea el propio lector el que saque sus conclusiones.
¿Esta pandemia nos está haciendo más insensibles?
Precisamente, a través de una cita de Shakespeare, digo en este libro que cuando te deja de afectar el dolor ajeno te conviertes en un monstruo. Cuando el ser humano no es compasivo se convierte en un monstruo. Una de las características del ser humano es la compasión, si no te compadeces del otro te conviertes en un monstruo y hay que tener mucho cuidado porque el problema es que nos acostumbramos a las situaciones y las cosas monstruosas y acabamos protegiéndonos para que nos dejen de doler. Creo que tenemos que convivir con todo lo que está sucediendo que es verdaderamente terrible, pero eso no significa que nos tengamos que acostumbrar, eso significa que tenemos que pasar nuestros propios duelos. Creo que muchas veces lo que nos pasa es que no queremos bajo ningún concepto ver todo aquello que nos perturba y entonces nos damos la vuelta. Los seres humanos vivimos de espaldas a la muerte y la muerte es parte de la vida y tenemos que mirarla a los ojos porque es la única manera de verdad de aprovechar también bien la vida. En situaciones como esta creo que el temor hace que nos encerremos en nosotros mismos, que nos enroquemos para protegernos absolutamente de todo y me preocupa eso porque, lejos de eso que dicen de que saldremos mucho mejor de esta experiencia, de ese «buenismo» tan absurdo, tengo la sensación de que esto nos va a dejar muchas cicatrices y que va a haber un proceso de volver a empezar. Yo espero que esa especie de solidaridad un poco mentirosa del principio de la pandemia de verdad acabe siendo solidaridad poco a poco pero para eso necesitamos que nos zarandeen.
¿Y papel de los medios?
El papel de los medios también tiene que ser el de tratar de aclarar, de no confundir. Estamos en un momento de tanta confusión en política y respecto a la pandemia que es algo nuevo para todos pero nos hace falta un poco un capitán general que nos diga algo. Para mí el rigor es fundamental en nuestra profesión pero en esta ocasión tenemos que ser especialmente cuidadosos porque estamos tratando material muy sensible, material humano, el de las propias emociones y de verdad tenemos que tratar de contar las cosas de tal modo que ayude a sobrellevar la carga que estamos aguantando entre todos.
¿Qué le parece el FAN? Un festival tan específico y a la vez tan abierto.
Para mí el FAN es un lugar de encuentro absolutamente incomparable. Roures se presentó por primera vez aquí, cuando escribí ‘A menos de cinco centímetros’ la primera presentación la hice dentro de FAN, con ‘La mala suerte’ recibí el premio ‘La mejor de los nuestros’ y realmente para mí el FAN es un lugar excepcional. Primero porque recorre mucho espacio, se va a cualquier sitio y me parece que eso es fundamental, que es de una valentía enorme. Da lo mismo donde, nos vamos al último rincón por recóndito que sea, al último pueblo porque hay mucha gente que tiene ganas de leer, escritores de encontrarse con los lectores, de ver cosas nuevas, de aportar a la Cultura y a mí me parece que el trabajo que está haciendo el FAN es verdaderamente extraordinario para Aragón.
No sé si recoge ideas... El medio rural da mucho de sí en cuanto a historias que contar.
(Sonríe) Por supuesto que sí. Yo, mira que soy de Madrid, Madrid que eso sí que es una cosa rara, pero por suerte he viajado mucho a lo largo de mi vida a sitios más lejanos y más cercanos y no soy de las que piensa que las lentejas de mi madre son lo mejor del mundo. Al revés. Sé que en cada sitio al que vas descubres cosas, y como decía Paul Bowles, no solamente es la belleza de los paisajes sino la belleza de sus gentes. Lo que más me interesa de cada sitio al que voy, más allá de sus bondades paisajísticas, son las personas que son las que me cuentan su vida y hay veces que me sorprenden muchísimo. Hay gente que me cuenta historias que podrían dar de sí para varias novelas. En todas partes hay personas interesantes.