Información de María Ángeles Moreno
La Fiscalía de Medio Ambiente de Teruel ha propuesto archivar el caso que investigaba el vertido de lodos en el río Guadalope con motivo de las obras de Santolea. Asegura que no ve delito en la investigación, que concluyó en julio, sino una serie de imprudencias que no entrañarían responsabilidad penal.
Aunque la Fiscalía considera que en el vaciado de Santolea, necesario para recrecer el embalse, faltó previsión y que ello supuso un «daño notable» en la calidad del medio fluvial, también estima que, «ante la pluralidad de acciones y omisiones provenientes de diferentes ámbitos», no puede tildar los hechos como una imprudencia grave atribuible a persona física o jurídica concreta. «Aquí hay más una suma concatenada de imprevisiones de carácter leve», concluye el escrito del fiscal, que aún puede ser recurrido por la asociación denunciante, AEMS-Ríos con Vida.
El fiscal encargado del caso, Jorge Moradell, estima que la clave del problema estuvo en que la ataguía o vaso de decantación que se construyó para evitar que los lodos procedentes del vaciado de Santolea a través del desagüe de fondo acabasen en el río resultó minúscula. Además, la sucesiva limpieza de esta balsa que prescribía la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) del proyecto no pudo llevarse a cabo ante el peligro que estas labores suponían para los trabajadores, quienes quedaban atascados en el barro con sus máquinas excavadoras con riesgo de quedar sepultados.
Moradell destaca que la DIA no concretaba modo alguno de retirar los lodos de la ataguía ni qué hacer si esta resultaba –como ocurrió– ampliamente desbordada. En el fondo del pantano de Santolea, tras 90 años en servicio, se acumulaban arcillas con una profundidad estimada en 14 metros. El arrastre de parte de estos lodos por el caudal del río colmató rápidamente la balsa de decantación.
La investigación comenzó en enero de este año para determinar si pudiera haber hechos de relevancia penal en la afección de un tramo del Guadalope por lodos procedentes del vaciado de Santolea como paso previo a las obras de recrecimiento de este pantano. Un tramo de unos 30 kilómetros de río se quedó sin flora y sin fauna al recibir 0,09 hectómetros cúbicos de barro, cantidad suficiente para llenar la plaza de San Juan de la capital turolense, de 50 metros de largo por otros tantos de ancho, hasta una altura de 11 metros.
A lo largo del verano ha declarado una veintena de personas vinculadas a las obras.