El escultor alcañizano Jorge Egea muestra hasta el 27 de mayo en Barcelona su último y ambicioso trabajo. Pone a disposición del público el resultado de prácticamente dos años dando forma en 37 dibujos y 25 esculturas su interpretación de ‘La danza de Dionisio’, un espectáculo de Rafael Amargo, que hasta antes de la pandemia llevó al bailarín y su compañía de gira por buena parte de los escenarios del territorio nacional.
La exposición se puede visitar en el Museo Europeo de Arte Moderno (MEAM) hasta el 27 de mayo. Ya son muchas personas las que se han acercado al espacio y este fin de semana fue uno de los puntos de peregrinaje de la programación de ‘La Nit dels Museus’. Con la movilidad nacional recuperada se abre también el espectro de público que abarca. El propio autor es uno de los que la está disfrutando desde que se abrió a finales de abril. «Ahora necesito un periodo de descanso porque trabajos así te dejan un poco exhausto y hay que recuperar energía física y mental. Estoy disfrutando mucho de la exposición y pensando en más proyectos que serán un poco más suaves», sonríe Egea.
Este proyecto se fraguó de una manera «muy intuitiva» después de ver el trabajo fotográfico sobre la compañía y el espectáculo que estaba realizando su amiga Consuelo Peris -de la que también hay imágenes en la muestra-. «Era muy plástico, había mucho juego con telas, con colores, con simbología y le pedí un encuentro con Rafael Amargo al que conocía de una forma muy superficial. A él le gustó la idea que yo fuese a dibujar y me invitó a que siguiera a la compañía por algunos escenarios», explica.
Las actuaciones se realizaron entre 2018 y 2020 con la última en Zaragoza. Fue la representación de ‘La danza de Dionisio’ en el imponente Teatro Romano de Mérida dentro de su Festival de Teatro Clásico en julio de 2019 lo que hizo pensar a Egea en un proyecto grande. «Estar dibujando in-situ y percibir ese efecto plástico tan potente me decidió a hacer una colección y no quedarme en el par de piezas que yo tenía pensado hacer», añade.
Se decidió a componer una colección a partir de los dibujos que iba haciendo en directo tanto en los ensayos como en las actuaciones bajo la luz ambiente. «Los bailarines no posan para ti sino que tienes que adaptarte a las circunstancias y esa es un poco la magia: hacer un centenar de dibujos y quedarte con los que tienen más fuerza y darles forma», reflexiona. El destino de toda esa obra que iba atesorando no podía ser su taller de Barcelona donde reside desde hace años pero sin perder la vista al territorio. De hecho, su última intervención en la zona fue en Albalate en 2020 con una obra colectiva en alabastro. Recibió la respuesta positiva del MEAM y comenzó a trabajar «casi de una manera enfermiza» un año y medio más.
Bocetos, esculturas y dibujos
En el resultado se vislumbra esa labor exhaustiva del autor. En una colección que se agrupa en torno a los dos dioses clásicos antagónicos como son Dionisio y Apolo. Es una idea en torno a la que también juega la propia coreografía de Amargo y que Egea plasma con formas a través del dibujo y la escultura «intentando transformar lo dionisíaco en obras muy frescas, muy dinámicas con mucha textura, con un efecto de inacabado constante tanto en los bocetos como en las de gran formato».
En materiales, el público encontrará un repertorio bastante amplio tanto en dibujo como en escultura. En ambas ha trabajado a doble nivel, es decir, con las obras de primer impacto muy inacabadas y obras de gran formato con trabajo de técnica muy clásica pero de acabado «muy contemporáneo con mucho cuerpo, mucha textura, mucho material…». En escultura hay mucha terracota esmaltada, terracota con pátinas, bronces, resinas… Gran parte son bocetos a pequeño formato y hay piezas muy grandes.
Una de ellas llama la atención y es una de las centrales. Se compone de una gran falda de tela que cubre una peana de hierro de la que emergen dos figuras a tamaño real bailando en representación de ese Dionisio «arrollador que lo envuelve todo con su baile».