Hace unos días, dos alcañizanos expusieron juntos en un salón de arte en Francia. Un encuentro -felizmente- casual.
El encuentro se produjo en Francia. Le Fousseret es un pueblo situado entre Toulouse y los Pirineos, tiene unos dos mil habitantes y desde hace 35 años celebra su Salón de Arte.
El encuentro entre dos alcañizanos se produjo ahí hace unas semanas. En ese salón en el que Jorge Egea fue invitado a participar con sus esculturas. Él reside en Barcelona, donde tiene su estudio y donde desarrolla su vida laboral y profesional. Una vez presentado en sociedad y con el ambiente más calmado, se le acercó una mujer ávida de curiosidad.
«Enseguida vi que era española, además de que pronunciaba Jorge estupendamente», ríe el escultor. «Le pregunté que de donde era y me dijo que no lo iba a conocer pero que era de Alcañiz», continúa. «Yo nací en Zaragoza por circunstancias pero toda mi familia es alcañizana», le contestó él.
Aquella mujer era Rosy Muniesa, una alcañizana que lleva casi 50 años en Francia. En enero de 2016 protagonizó en La COMAARCA una de las historias de ‘Bajoaragoneses por el mundo’. Es artista y exponía en el mismo sitio con sus cuadros. «Fue una alegría que no me podía creer», dice ella a través del teléfono desde Francia emocionada doblemente.
Primero, por encontrar a un paisano. «Caímos en la cuenta de que nací en la calle Mayor, en la casa contigua a la de su madre», se sorprende Rosy aún.
En segundo lugar, su emoción reside en que se trate de un paisano con tanto talento. «Es increíble lo que hace, absolutamente maravilloso», añade ella.

Alcañizano con larga trayectoria
El hallazgo de Rosy es Jorge Egea Izquierdo, un artista con más de 25 años de trayectoria. «Me alegró aquel encuentro porque toda mi familia está en Alcañiz, mis padres, tras muchos años en Zaragoza y Barcelona, regresaron y viven allí», cuenta. También su hermana, que es profesora de danza en la Escuela Municipal en el Liceo.
Los hermanos son los únicos artistas como tal que hay en la familia, aunque Jorge reconoce que sus padres siempre han sido personas con muchas inquietudes. «Mi padre con albañilería, carpintería,.. Mi madre con la costura, confección,… Siempre hemos visto eso en casa, todo muy artesanal», dice y alaba que ellos nunca les cortaran las alas. Han sido muy tolerantes y siempre hemos tenido su apoyo en todo lo que hemos querido hacer.
Eso le impulsó a estudiar Bellas Artes atraído por la pintura pero en cuanto conoció la escultura se juraron amor eterno. Sus trabajos están cargados de una fuerza tremenda y tienen su sello inconfundible. Como él reconoce, con 40 años se siente en un momento de madurez.

Trabaja la escultura figurativa en la que el cuerpo humano tiene total protagonismo. Solo hay que echar un vistazo a su web para ver algunas muestras. Desde niño le atraía el mundo Clásico, tanto las lecturas de los mitos griegos, como todo lo que envolvía al arte grecorromano. «Eso siempre ha sido mi fuente de inspiración, el mundo Clásico y la figura entendida como observación de la realidad».
De hecho, su tesis doctoral versó sobre eso, sobre el modelado clásico como herramienta de conocimiento. «Los clásicos eran gente innovadora que observaron la realidad y la naturaleza como no se había hecho hasta entonces. La ciencia prácticamente nace allí», añade. «Me encanta trabajar con gente de la danza, del deporte… Como en el mundo Clásico donde eran los atletas los que servían de modelos para héroes y personajes. Intento trabajar igual».
Otra gran parte de su vida la dedica a la docencia, con cursos en su estudio, colaborando con la universidad y con la escuela de escultura de California en Estados Unidos, entre otros.
Lo concibe como una prolongación en el sentido de compartir lo aprendido para que los conocimientos no se pierdan en beneficio del progreso.
Tiene claro eso sí, que deber ser una vocación. «Tiene que gustarte porque también es el rincón al que van a parar muchos artistas frustrados. A mí me ha pasado como estudiante y no quería que me pasara como profesional», dice. «Me lo tomo como una obligación moral de devolver al mundo lo que he recibido», reflexiona.
Él, simplemente aplica su experiencia. Tuvo a Josep Jassans como maestro. «Falleció hace diez años y encarnaba el prototipo de lo que quería hacer en la vida. Ver cómo trabajaba y la honestidad de su trabajo me hizo definir mi destino», añade. «Sin gente como él, que se dedicó a la docencia y a la escultura, yo no hubiera sido lo que soy», concluye.
Como planes próximos tiene previsto viajar a Italia, «a picar mármol». Sus obras están hechas en su mayoría, en bronce, pero también tiene en piedra y madera. De hecho, ha ejecutado imagen para iglesias. En Barcelona hay unas cuantas.
En la actualidad trabaja en un proyecto para exponer en Túnez, todavía pendiente de confirmar. «Nosotros, los artistas, debemos crear espacios de encuentro y de diálogo entre culturas y personas y en eso trabajo, en crear puntos de unión».

Y Alcañiz, ¿para cuándo?
Egea ha expuesto en muchos países, tanto como artista individual como en colectivo. En muestras en grupo se queda con algunas que han pasado por lugares como el Museo Nacional de Nápoles o el Arqueológico de Cambrigde. También rememora exposiciones en las que ha participado en Holanda, Bélgica, Bulgaria, Japón, Estados Unidos, Francia, España e Italia, principalmente.
Decenas de obras públicas llevan su sello pero ninguna en Alcañiz, donde asegura que lo ha intentado durante años pero no ha habido manera. Sí que llegó a exponer. En los años 90, en una sala en la plaza Mendizábal y hace tres años, en Atrium, en una muestra colectiva sobre el martirio de Santa Eulalia.
Esta instalación unió a artistas españoles e italianos y pasó por Italia y también por Valderrobres y Alcañiz. «No he hecho obra pública en Alcañiz pero en Zaragoza tampoco he conseguido exponer en salas municipales y me encantaría», reivindica.
Cerca, en Sariñena, sí hay dos obras públicas hechas por él. Una ya es de las más emblemáticas ya que es un homenaje al maestro Guioni, un violinista de relevancia. El Ayuntamiento, satisfecho con la imagen, le encargó otro trabajo.
Analiza estos últimos años y recuerda que en 2008 el encargo de obra pública cayó en picado. «Invertir en una escultura es eso, inversión en el Patrimonio, y en hacer verlo debemos basar la educación», comenta.
Jorge Egea sonríe con frecuencia. Más, cuando se refiere a Alcañiz, localidad que visitará en breve. «Mis veranos de infancia tenían cuatro meses, desde San Juan hasta después de fiestas estaba allí además de Navidad y Semana Santa», dice.
Por esta fecha y tradición siente especial debilidad y no oculta que no le importaría dejar su sello en un paso de Semana Santa, como ya hicieron otros artistas locales que supieron reflejar el sentimiento tan propio. «Es una ilusión».
Analiza la imaginería y destaca su calidad y su enorme valor. «Un buen paso es una expresión única y que no se repite en otro pueblo o en otra cultura. Por suerte, tenemos piezas de enorme valor y hay que cuidar que así siga evitando las influencias ajenas para que no se pierda nuestra identidad», advierte.
No es de tocar el tambor pero sí de deleitarse con ellos, sobre todo, cuando retumban en el interior de la iglesia. «Es imposible no emocionarse», concluye.
*Más información en la edición impresa