En 1913 Juan José Gárate rondaba los 40 años. Entonces decidió plasmar en un lienzo un rostro rosado con gesto serio, un rostro con bigote y unos ojos brillantes y oscuros que aún hoy miran a quien observa el cuadro. Era su propio retrato, que ahora guarda a buen recaudo el Ayuntamiento de Albalate. Bien embalado y protegido, resume en cierto modo la propia historia de Gárate: «un pintor conocido y olvidado». Precisamente días antes de la publicación de este reportaje el cuadro volvía a ver la luz, al menos durante unos minutos. Lo hacía a petición del investigador José Antonio Val.
Este zaragozano -aunque con vínculos familiares en Albalate- es la última persona que ha tratado de sacar de la sombra la historia del pintor albalatino. De hecho, el autorretrato junto al que posa en la imagen es también el que aparece en la portada de su libro «Juan José Gárate. Tiempo y memoria», publicado el pasado año por Prensas de la Universidad de Zaragoza y que ahonda en el personaje. «Estéticamente, Gárate está a caballo entre la pintura academicista de finales del siglo XIX y la modernidad, que llegaría a partir del siglo XX», contextualiza el investigador.
En contraposición al autorretrato, en el que el pintor emerge de un fondo oscuro, encontramos otra obra mucho más colorista, luminosa, alegre y conocida. Es quizá el cuadro que en última instancia ha determinado la posición que ocupa Gárate en el imaginario artístico colectivo. Se trata de un óleo sobre lienzo que ensalza y trata el tema del folclore aragonés: «Copla alusiva» (1903). En este cuadro, de grandes dimensiones, aparecen cinco figuras en el puente que cruza el río Martín, en Albalate. «Este cuadro, con el que gana una segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1904, le «perjudicó», al convertirlo en un pintor regionalista o regeneracionista», explica Val. No obstante, su producción artística es mucho más amplia, aunque quedó en cierto modo sepultada bajo la sombra de «Copla alusiva», que se hizo muy conocida, y que ha llegado hasta nuestros tiempos. De hecho y como curiosidad, esta imagen apareció en el cupón del sorteo de la ONCE el 7 de febrero del año 2012 para representar a la jota de la Comunidad Autónoma Aragonesa.
El legado de Gárate parece pues aparentemente reducido a esta obra, que dibuja a tres baturros cantando y bebiendo y a una pareja -que también porta traje regional- pasando por delante. No obstante, Gárate fue mucho más, tal y como se recoge en el libro escrito por Val, que ahonda en la producción artística del albalatino. «Fue un excelente retratista, temática de la que vivió a lo largo de su vida, porque retrató a todos los estamentos sociales: desde el rey hasta el último labriego del pueblo. Fue también uno de los mejores acuarelistas de principios del siglo XX. Fue bodegonista, miniaturista, un excelente dibujante… Hay temática más allá de la regionalista», explica.
Labor de investigación
Juan José Gárate llegó hasta la vida de José Antonio Val principalmente porque comparten raíces albalatinas. Después, durante sus años de investigación, le llamó la atención el «desconocimiento» que existe sobre el pintor. «Siempre se le ha considerado un «pintor de baturros», como ya le llamaban en los años 30. Sin embargo destaca la amplitud de obras que creó, repartidas dentro y fuera del país, y también de las temáticas que abordaba», asegura el investigador.
Un desconocimiento que ha hecho incluso que se le haya atribuido en varias ocasiones una fecha de nacimiento que no era la real. «Los pocos medios de comunicación que se han ocupado de él siempre le han puesto como fecha de nacimiento el 12 de julio de 1870. Sin embargo, en mi investigación encontré el duplicado de su partida de nacimiento, que da una fecha diferente: 11 de julio de 1869, es decir, un año y un día antes. Puede considerarse un dato menor, pero en realidad pone en su sitio y en su contexto al pintor», recalca Val, que buceó en varios archivos para encontrar la máxima documentación posible.
El pasado 2019 se cumplieron pues los 150 años del nacimiento de Gárate. Un hecho que prácticamente pasó inadvertido, salvo porque la publicación del libro coincidió con la fecha y porque el Ayuntamiento realizó una exposición conmemorativa. Lo cierto es que en Albalate sí hay recuerdo para el pintor. En su casa natal, ubicada en la calle Concepción, existe una placa que certifica que es su lugar de nacimiento, y también cuenta el artista con su propia calle: Ronda Pintor Gárate.
A pesar de esto Val señala que no es un pintor tan conocido como cabría esperar, algo que se explicaría porque su obra «está poco difundida» y ha quedado más relegada al ámbito institucional que al divulgativo. «No está al alcance del público, está en despachos, en almacenes, en pasillos… y esto hace que con el tiempo se vaya convirtiendo en un pintor olvidado», lamenta.