La Morra, o el juego de los dedos que se practica desde la Edad Antigua en el mundo mediterráneo, ha sido coronada como Bien de Interés Cultural (BIC) Inmaterial por el Gobierno de Aragón. Sus características, su evolución histórica y su pervivencia hacen que «trascienda los parámetros de un mero pasatiempo», de acuerdo con el Ejecutivo. El origen del juego se remonta más o menos al II milenio a. de C., al antiguo Egipto, a Grecia, al Imperio Romano, y más recientemente incluso a las Guerras Mundiales.
El juego pervive hasta nuestros días de manera casi inalterable en antiguos territorios de la Corona de Aragón y, sobre todo, en la provincia de Teruel: en la Sierra de Albarracín, la Comunidad de Teruel, Jiloca, Bajo Aragón, Matarraña, Maestrazgo, Cuencas Mineras y Gúdar-Javalambre. También en la vecina provincia de Zaragoza, la tradición se ha ido transmitiendo de generación en generación en el Bajo Aragón-Caspe.
Joaquín Lorenzo, vecino de Torrecilla de Alcañiz, explica que la posibilidad de que se declarase BIC «se inició en una reunión mantenida con Patrimonio». La Morra la define, no sólo como «una forma de pasar el rato», sino de utilidad para «jugarse quién paga la ronda» o saber si alguien es «noble». Por su parte, José Falcón, de Chiprana, añade que también se celebran «torneos para fiestas y torneos intercomarcales con la provincia turolense».
Cómo se juega
El juego se desarrolla entre dos personas que turnándose pueden llegar a ser cuatro, en posición de pie o sentados. Simultáneamente, dicen un número, intentando adivinar la suma de dedos expuestos, no más de diez, que cada uno de ellos muestra, ganando el que los acierta.
El único elemento material del juego es el cuerpo humano, sobre todo, el rostro y las manos, además de la expresión gestual y corporal (postura e inclinación, gestos). El lenguaje también es un componente psicológico muy importante: las inflexiones de voz, los gritos y las palabras intimidan y confunden al contrincante.
El transcurrir del juego lo marcan un timbre y tono determinados, la velocidad o las pausas, la intensidad e inflexiones de las voces y los ritmos. Es una práctica en la que se valora la experiencia y la veteranía, lo cual implica cierta autoridad y liderazgo. Las cualidades que acompañan a los buenos jugadores son la bravura, la rapidez, la nobleza y la lealtad. Especialmente cuando se forman pequeños equipos, para que un jugador «siga el punto» continuando la jugada del anterior.
Factores que lo caracterizan
El juego se asocia a una serie de circunstancias y factores que lo caracterizan. Por ejemplo, el tiempo del juego, ya solía practicarse en momentos de descanso e incluso en pausas de trabajo en la comunidad. También los espacios y lugares en los que se jugaba, casi siempre eran espacios públicos en los que se reunía el vecindario (plazas, lonjas, espacios feriales y mercados, tabernas…), se apostaba, bebía y jaleaba a los oponentes; incluso se cerraban tratos o dirimían conflictos con la ayuda del juego.
Los jugadores eran en su mayoría hombres adultos, aunque en el proceso contemporáneo de actualización del juego se han incorporado también las mujeres y los niños por imitación del juego. Por su parte, la indumentaria es la común en el territorio en el que se juega y acorde al espacio y circunstancias que acompañan al juego.
Profesionalización del juego
En la actualidad, el juego de la morra va incorporando pequeños cambios lo que indica la vitalidad del mismo. Se va «profesionalizando», mediante la formación de asociaciones, grupos, celebración de campeonatos, precisión de la reglamentación, etc. Además, se somete a algunas transformaciones: se abre a las mujeres, se introducen jurados y reglas, así como algunos logos identificativos y reconocibles del juego. Se asiste actualmente a un resurgir del juego, aunque nunca se perdió en las serranías turolenses, a pesar del despoblamiento de algunos de sus núcleos de población.
Desde los egipcios, griegos y romanos
Los valores del juego de la morra son tanto históricos como inmateriales; el origen y evolución histórica del mismo se remonta más o menos al II milenio a. de C., al antiguo Egipto, a Grecia, al Imperio Romano, más recientemente incluso a las Guerras Mundiales, ya que era un juego practicado en las trincheras, por sus escasos requerimientos.
Iconográficamente, hay escenas del juego en el mundo antiguo representado en relieves egipcios y en la cerámica griega, así como se menciona también en fuentes escritas latinas, como el ‘Satiricón’ de Petronio en el siglo I d. de C. (cap. XLIV): «Además era de corazón recto, digno de confianza y amigo fiel. Sin temor podías jugar con él a la morra con los ojos cerrados».
La denominación de ‘morra’ tiene un origen latino remoto, es el «micatio et digitis» de los romanos, que las legiones romanas iban expandiendo a medida que ampliaban su imperio.