La oportunidad de hacerse con el traspaso de una carpintería en Mosqueruela hizo posible el sueño de Julio Gómez Monforte (Fortanete, 1988). Él, que desde niño siempre había sentido fascinación por las artes y oficios manuales, pudo comenzar así su carrera como carpintero y ebanista.
Eso sucedió hace cinco años y es el tipo más feliz del mundo. Solo hace falta cruzar dos palabras con él para darse cuenta de ello. «Son un privilegiado», dice. «Lo soy porque puedo vivir donde me crié y donde siempre quise estar y además, dedicándome a lo que me encanta que es la madera y en esta zona se sigue usando al 99,9%», argumenta. Mosqueruela es su segundo pueblo, «el de adopción», donde fue recibido con los brazos bien abiertos. «Me tratan fenomenal y a Fortanete voy mucho, tanto para ver a la familia como por trabajo porque si me salen faenas por allí aprovecho y me quedo más días», sonríe. «Está muy cerca y se lleva bien, en invierno hay que tener en cuenta que la nieve puede ralentizarlo todo en estas carreteras pero en una ciudad ese rato igual lo pasarías en un atasco», comenta a sabiendas porque vivió unos meses en Barcelona.
Desarrollar su sector en el medio rural también tiene su peculiaridad. Y es que, además de los encargos hay que dar respuesta a las necesidades ciudadanas. «Si viene una persona a pedirte que le mires una barandilla o una puerta que no le cierra bien y llega el frío, lo dejas todo y vas. Lo mismo con los que vienen a temporadas, al poner las casas a punto siempre salen cosas y para eso estamos también», añade.
Al tomar el traspaso del taller al que renombró como Carpintería Ebanistería Julio Gómez, él pudo cumplir un sueño al tiempo que dio continuidad a un servicio que de lo contrario iba a perderse. Fue propuesto para EncontrARTE por Concor Armengod, tallista de la piedra y artista con delicadeza, y otro caso similar al suyo como pequeña emprendedora en la zona con un negocio artesanal. «No somos muchos por la zona y trabajo hay de sobra para todos y para quien quiera, a mí me gustaría tener ayuda pero falta personal formado», precisa. También habla con conocimiento de causa porque sus padres buscan a sus sucesores al frente de la Panadería del Buen Suceso en Fortanete. «Con el llamamiento en medios hubo muchas consultas, veremos», sonríe.
Trabajos de peso y amor por el torno
Además de mueble, trabaja la carpintería interior y exterior con actuaciones tan específicas como las que incluyen madera vieja. Son especiales porque solo se puede hacer si se dispone de la maquinaria y herramienta. Pone el ejemplo de una puerta con herrajes hechos a mano. «Aunque sea una paliza serrar las vigas, el montaje y todo lo que conlleva, son trabajos muy chulos y que haces con otros compañeros porque de los herrajes no me ocupé yo», explica.
Otro de esos encargos específicos tiene como destino la Casa Fuerte en Mosqueruela, un edificio del siglo XVII que lleva años en restauración. «Es una tarea importante, son puertas y tienen dibujos diferentes», explica. Esto implica un trabajo de trastienda de horas en el ordenador dibujando y diseñando en el AutoCad, uno de los programas que se aplican en dibujo técnico.
La formación reglada la adquirió en un grado de Carpintería donde aparte de las clases, empleaba los recreos en practicar con el torno. «Ese nivel de enfermedad por la madera tenía ya», ríe. La formación no académica la adquirió de la mano de un señor en Fortanete que se encargaba de las monturas de las caballerías. «También hacía botas de vino con los brocales de madera y cuerno de toro en el torno» y así aprendió las primeras nociones de torneado.
Con unas «perretas» que se sacó un verano se compró un torno propio en el que hace especialmente cuencos, figuras y platos. Realmente, hace un poco de todo, incluso trabaja la resina de epoxi «tan de moda ahora». Cada pieza es distinta, como un cuenco cuyo tono rojo se debe a que salió de una sabina de una viga de una masía. «Me gusta encontrar algo viejo, darle mi toque y que sea una obra que no haya ninguna igual», reflexiona. De hecho, ese árbol del huerto que hay que talar lo puede convertir en un mueble para casa.
Al torno le sigue dedicando tiempo, es la parte más artística y la que le llevó a ser ebanista profesional. «Ahora lo hago cuando puedo pero me encanta, sobre todo en invierno echo algunos ratos y sigo aprendiendo de la técnica y de la madera. Tiene sus comportamientos, sus cambios de color… Es apasionante y vivo y trabajo rodeado de ella», concluye.
Gómez posa con sus puertas ya instaladas. / Archivo personal Algunos de los cuencos en madera que realiza al torno. Cada uno es único y exclusivo. / Archivo personal Julio Gómez Algunos de los cuencos en madera que realiza al torno. Cada uno es único y exclusivo. / Archivo personal Julio Gómez Algunos de los cuencos en madera que realiza al torno. Cada uno es único y exclusivo. / Archivo personal Julio Gómez Detalle de puerta con herraje. / Archivo personal Julio Gómez Así de sonriente muestra una de las puertas que antes de pasar por la herramienta han sido diseñadas a base de horas frente al ordenador. / Archivo personal Julio Gómez