«La práctica del arte durante 45 minutos seguidos te cambia tu estado emocional». Este dato lanza Lila Deva que insiste en que todo ser humano necesita expresarse. Ella se ha propuesto desde Alcañiz guiar en ese camino hacia la conexión con las emociones a través del arte y la cultura, ambos «intrínsecos del ser humano».
Justo antes el confinamiento puso este deseo en práctica con Nativa Creativa, un proyecto que engloba lo que ha llamado «Arte intuitivo radiante». «Se usa la intuición para conectar muchas cosas que están dentro de una persona pero que cuesta expresar», avanza. Para conseguirlo, se pone a su disposición las herramientas plásticas y se vale de diferentes técnicas cognitivas como la visualización creativa o técnicas de respiración consciente y relajación. No hay que saber pintar ni mucho menos ser artista. «Sólo hay que dejar fluir porque la obra no es la finalidad, es una experiencia y un recorrido para llegar a expresar».
Con este método, Lila democratiza el arte «porque es de todos. Parece que está reservado a unas pocas elites y que es casi intocable y no es así. Todos somos creadores por naturaleza, estamos todo el tiempo creando desde las ideas hasta la ropa que nos vamos a poner… Yo sólo acerco la información a la gente para que todo el mundo pueda acceder a ese lenguaje y sacar sus emociones», reflexiona. «El color es una frecuencia e influye en la percepción de la realidad por la que cada uno crea sensaciones y estados».
Una vida investigando
Lila Deva nació en Chile pero pronto salió al exilio con sus padres y durante años vivió en varios países. De regreso, comenzó ciencias hasta que se dio cuenta de que toda su atención se iba a los colores. Se instaló en París donde cursó sus estudios universitarios en Arte y desarrolló su carrera, siempre encaminada a la investigación, hasta que llegó a Alcañiz. «Me interesé sobre todo, por el arte del origen, por la cosmología y visiones de los pueblos originarios», dice. Menciona otros referentes como Picasso o Miró, «que se dedicaron a rescatar un lenguaje ancestral para lanzarlo hacia el futuro».
Estos lenguajes «están hablando de algo muy profundo y el arte es una forma de expresión en la que el ser humano está conectado con el todo, conecta su mundo con los otros aunque a veces sean invisibles como pasa en las cosmologías de los pueblos originarios ancestrales que tienen una relación con la tierra, el sol, los astros… Todo para ellos tiene vida y conciencia y ahí enfoqué la investigación».
Una de las tesis la llevaron a Chile, Perú y Bolivia donde recorrió lugares en alturas en los que quedaron registros de antiguas civilizaciones a través de los símbolos en textiles o sobre petrofligos. Este interés le viene por «una llamada» que sintió de adolescente que la llevó a convivir con los Mapuches, el pueblo más antiguo de Chile.
A todas estas experiencias, que se fueron reflejando en sus creaciones, se suma la práctica de yoga desde hace más de 20 años. Y todo este bagaje vital, profesional y académico lo transformó a su nuevo medio en Alcañiz, ciudad a la que llegó hace diez años por amor. De hecho, se formó como instructora de yoga para niños y empezó a dar clase. En ellas, detectó necesidades de tipo emocional que repercutía en los padres. «No sabía cómo abordarlo y cursé un postgrado en Educación Emocional», apunta sonriendo.
Con su proyecto Nativa Creativa lleva este conocimiento a quien le interese. Impartió sesiones, para lo que es indispensable la colaboración de personas como Sonia Lanuzza quien la propuso para esta sección y en cuyo local se ha puesto a su disposición. Ahora, el mayor impulso se está dando a través de su página web (nativacreativa.com) y en redes sociales. «Sigo en constante formación a distancia y también he orientado Nativa Creativa a lo digital. Es lo que nos toca a todos, adaptarnos al medio que nos toca y el arte nos da eso: capacidad de aplicar soluciones creativas», concluye.