El Plan de Medidas ante el Reto Demográfico, que recoge 130 medidas para hacer frente a la despoblación y que fue anunciado hace varias semanas por el Gobierno Central, ya se encuentra disponible a través de la página web del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Cabe recordar que este plan cuenta con una financiación de más de 10.000 millones de euros -en torno al 10% del presupuesto total del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia- y también implica el trabajo trasversal de varios Ministerios.
Tal y como se anunció, el documento se articula en base a diez ejes de actuación, que contemplan entre otras cuestiones, el impulso de la Transición Ecológica, la plena conectividad, la innovación, el turismo sostenible o la igualdad de derechos y oportunidades de las mujeres y los jóvenes. En cada uno de los ejes se establecen determinadas medidas, y en cada de ellas una descripción, sus objetivos y el Ministerio competente. A pesar de que parece haber consenso en que la creación de este Plan supone un avance para la lucha contra la despoblación, algunos expertos, como Luis Antonio Saéz, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Zaragoza y ex director de la Cátedra sobre Despoblación y Creatividad de la DPZ, advierten de la poca concreción del documento.
Ha podido leer las 129 páginas del documento, ¿cuál sería su primer análisis?
En primer lugar considero que el diagnóstico de partida, que va un poco más allá de lo que es propiamente el documento, está desenfocado. Tal vez hay que hacer cosas pero la despoblación es otra cuestión. Se deja muy al margen la voluntad de las personas y no se quiere ver que muchas veces el no vivir ahí es consecuencia de una voluntariedad. Puede ser necesario que haya plena conectividad o trabajo, pero en algunos lugares en los que se dan todas esas cosas sigue saliendo gente. Además, tal y como está la estructura demográfica, tan envejecida, es normal que la población vaya a menos.
Por otro lado, ‘130 medidas’ parece que quiere convertirse en una especie de Vademecum, en una enciclopedia, y al final querer abarcar mucho implica también apretar poco. Se entra de forma muy superficial en muchas cosas y coordinar algo con tantas medidas diferentes… muchas veces lo mejor es enemigo de lo bueno.
¿Son ambiguas esas medidas?
Sí. A parte de ese horror vacui de querer abarcar todo, se prescinde de algunas medidas que ya se están llevando a cabo desde Diputaciones, Grupos de Acción Local e incluso desde el mismo Gobierno. Hay un cierto ‘adanismo’, parece que el mundo empieza con lo que allí se plantea. Es esta forma de hacer política, que se plantea en términos de generar un impacto en vez de generar de verdad un debate, que exigiría profundizar mucho más. Tal vez un planteamiento sobre proyectos concretos, como hacía la Ley de Desarrollo Rural Sostenible de 2007, territorializados y adaptados a cada lugar… En un país descentralizado como este muchas cosas de las cosas que se proponen son competencias de otros Gobiernos, de manera que el ensamblaje de todo ello es bastante complicado.
En cada medida se esclarece el Ministerio competente. ¿Considera que se está olvidando la labor de otras instituciones?
Sí. Hay un enfoque un poco decimonónico: considerar que las cosas son verticales y sectoriales, cuando la mayoría son transversales. El tema del envejecimiento afectaría a vivienda, Ley de la Dependencia, pensiones, cultura… a muchas cosas. Es una labor de orquestar y dar coherencia y que tiene un carácter horizontal, de coordinar diferentes ámbitos. También hay otra cuestión importante de la que a veces se prescinde: el papel activo de la sociedad civil, que sobre todo en el medio rural es un tejido muy rico. Esas asociaciones y grupos, a veces de carácter informal, sería muy conveniente reconocerlos en cualquier estrategia o planificación.
En cualquier caso, la existencia del Plan parece en sí misma positiva, al suponer un compromiso por parte del Gobierno de España con esta problemática...
Sin duda. Haber entrado en la agenda es muy positivo. Si uno mira las hemerotecas, las canciones protesta e incluso las jotas, están ahí, pero hasta que no aparecen en los medios de comunicación de referencia no se le da una relevancia y una centralidad que es bastante importante. Fíjate en el protagonismo de Teruel Existe, ¿no? Podría ser representativo de todo ello. Eso en parte es bueno, pero nunca debe dejar de estar acompañado de un cierto rigor en el debate y en análisis.
Una de las medidas recoge el impulso del Erasmus Rural, algo que ya impulsó la Universidad de Zaragoza.
Tanto en este documento como en las Directrices, que fue previo y ha quedado un poco al margen, se hablaba de las Oficinas contra la Despoblación cuando los Grupos de Acción Local, por ejemplo en el Maestrazgo, están desde el siglo pasado, desde hace 25 años trabajando. Como decía, hay un cierto adanismo que creo que no es malintencionado. Sería conveniente y esto puede ser un incentivo, que este tipo de políticas que son tan exigentes impulsen también una vez una forma de hacer política que no sea encapsulada, de foto, sino que una realidad tan compleja y urgente los agite, los despierte, y les lleve a hacer una política más rigurosa y más enraizada en el territorio y en la sociedad.
Se trata de un plan nacional, ¿supone un problema que sea el mismo para toda España?
Sí, sin duda. La despoblación se ha convertido en un comodín, en una salsa para todos los guisos y lleva a desconocer que es algo que tiene una delimitación muy idiosincrática y muy particular de cada territorio. Por eso es importante trabajar sobre proyectos o con medidas territorializadas, como lo hacía la Ley de Desarrollo Rural, para que en cada zona se perfilen las necesidades. Hay que hacer cosas que sean factibles, viables y reconocer que la dificultad está también en la ejecución.
Ha mencionado de la voluntad de quedarse en el medio rural. Es algo difícil de orientar y recoger en un plan...
Intervienen muchos factores: cómo se nos van generando las expectativas en la vida, qué referentes tenemos en la sociedad, cómo se nos orienta, cómo se nos vincula al territorio… Hoy en día el mundo es muy líquido, muy aespacial. Todas estas cosas juegan su papel. Muchas veces tan importante es la comunidad educativa, el abrir perspectivas a las personas para que vean que se pueden hacer muchas cosas en muchos lugares, favorecer la hibridación… Ser de un solo lugar hoy en día es complicado, porque todos somos urbanos, todos somos rurales. Hay muchas cuestiones y a veces tienen que ver, no tanto con el tema objetivo, sino con la mirada y la forma de aproximarse a él.
A este respecto y en relación a la crisis del covid-19, ¿podríamos estar en un punto de inflexión?
Yo creo que sí, por muchos motivos. Durante la crisis uno no podía apena gastar el dinero y en cambio era más importante un buen vecino o alguien con quien hablar. En un pequeño pueblo eres más de lo que tienes. Por supuesto que hay que tener un anclaje material, pero igual que cuando te caes descubres otras perspectivas, esto nos ha hecho ver cosas nuevas. Todos queremos una pantalla grande, pero a lo mejor tener una ventana y un horizonte y un lugar por el que caminar tranquilo es muy valioso. Además, con el teletrabajo se está abriendo una oportunidad muy grande.