Las horas se le pasan en el taller rodeada de arcillas. El material ha estado presente toda su vida pero no fue hasta hace un tiempo cuando decidió que también formase parte de ella. María Pérez (Oliete, 1987) regresó a Oliete cuando terminó sus estudios. Criada en Andorra, pensó en el pueblo paterno para instalarse y desarrollar su vida laboral, personal y artística. Esta última bajo el sello Malia Pérez. El año pasado aumentó la familia y experimentó un parón de actividad de unos seis meses. «Ese tiempo me sirvió para reflexionar sobre todo el camino que llevaba hecho y para determinar hacia dónde quería ir», cuenta. Su vuelta al taller coincidió con el inicio del confinamiento, algo que no alteró sus planes ya que es su hábitat natural también sin cuarentena. «Me metí de lleno a crear todo eso que llevaba en mi cabeza, a replantearme las cosas de otra manera», reflexiona. Echa la vista atrás a unos inicios con barro y cerámica con mucha implicación en el torno, esmaltes «y piezas escultóricas que me iban surgiendo», cuenta.
Ahora está sumergida en un camino creativo y de investigación al que dedica todo el tiempo del mundo, al menos, todo el que requiere el proceso cerámico. «Estoy trabajando básicamente en dos piezas que me están llevando todo el tiempo por eso, porque me detengo mucho en cada fase de la elaboración», advierte. Reconoce que el ansia de ver resultados la llevaba a correr. «A nivel técnico necesitas una seguridad y saber que vas por buen camino. En el trabajo cerámico influyen muchísimos factores porque el material cambia mucho en todas sus fases. Influyen desde las cocciones, hasta las temperaturas pasando por los tiempos de secado. Muchos aspectos que si no controlas bien terminas echando a perder una pieza», argumenta. «Este material necesita sus tiempos y tu atención y no ir a la carrera de que quererlo ya y así», sentencia. Pasa los días bocetando, realizando pruebas y analizando comportamientos del material. «Uso mis propios esmaltes y el color me interesa mucho. Lleva su ritmo porque dar con el que quieres puede suponer cinco hornadas que no han funcionado», apunta.
La otra vertiente de este proceso de creación e investigación es la divulgativa. Todo quedará registrado en un blog que pronto prevé publicar. «Estamos acostumbrados al resultado final y en medio hay muchos pasos que me parece interesante que el público conozca, que vea lo que hay detrás de un trabajo creativo», añade. Mostrar esta parte es necesario también para entender la realidad del artista a la hora de plantarse ante su pieza. «Quizá puede que no te parezca tan buena pero igual el artista está en proceso de aprendizaje y habrá que ver cómo va evolucionando», comenta.
Sus obras han girado por buena parte del territorio, especialmente de la mano de Cultura y Turismo de la Comarca de Andorra Sierra con varias exposiciones. La última fue ‘Arte en femenino’, donde compartió espacios con Marisol Carod, de quien recoge el testigo en esta sección y a la que además de como artista «conoce de toda la vida del pueblo». También hasta hace muy poco impartió numerosos talleres y a alumnado muy variado con su asociación ‘Proyecto aula’. En ‘Píldoras para el alma’, la muestra virtual en cuarentena, ya mostró nuevos bocetos.«Lo anterior forma parte de mis inicios con el barro. No es lo que me representa ahora porque creo que hay una evolución que va hacia otra dirección, espero, mucho más interesante», sonríe. Mientras llega el blog, se le puede encontrar en redes sociales (Malia Pérez Cerámica Artística) como Instagram y Facebook.
Volver a casa
María dejó Andorra para ir a Granada a estudiar Bellas Artes y tras un máster en Arteterapia en Barcelona volvió a la tierra. «Siempre tuve claro que quería vivir en un pueblo», dice. El elegido fue Oliete y no por casualidad. Se instaló en la casa vacía de sus abuelos donde acondicionó también su taller en el que pronto ampliará el número de hornos. Al tiempo que inició su carrera artística se implicó con la empresa minera familiar que arrancó su abuelo hace años. Ella se dedica a analizar en ese mismo taller-laboratorio las arcillas olietanas que requiere el cliente. Con su incorporación, la empresa cierra el círculo y realiza todo el proceso. «En mi familia me animaron a ir por el camino de las artes, les gusta y se interesan por lo que hago, además mi padre siempre aporta sus percepciones técnicas», apunta divertida. «Artísticos no hay antecedentes pero mi abuelo fue el que escarbó en la tierra para extraer arcilla, así que, mira si la tenía cerca», ríe.