Al toque de las campanadas del reloj que marcan las 8.00, los quintos del 77 empiezan su día en el Santuario de la Virgen de los Pueyos. Una gran masa de coches protagoniza la entrada al Santuario. Todos ellos, listos para comenzar una jornada de mucho trabajo, pero también de unión y cooperación entre ellos. Para que todo esté a punto y no falte ningún detalle en el día de la celebración de la Virgen de los Pueyos la organización es fundamental, y a cada uno de ellos se le atribuye una tarea en la que tienen claro cuál es su principal función.
Cada una de las quintas propone una mejora o construir algo nuevo para poco a poco tener un paraje en perfectas condiciones. Los de este año, y dirigidos por su prior Enrique Anento, se están dedicando a edificar un muro en el exterior. Además, también han terminado de arreglar el tejado de la iglesia que se encontraba en malas condiciones. Todo ello, con mucha «voluntad y orgullo por la Virgen de los Pueyos».
Como tienen todo el año por delante y muchas ganas de innovar y hacer cosas nuevas tienen también en la mente realizar un muro de cerámica simulando la aparición de la Virgen al pastor. Además, les gustaría plantar un olivo por una de las personas que recientemente falleció y que más se ha involucrado en el mantenimiento de los Pueyos. Todas estas mejoras las van pensando entre todos y cuando pueden ejecutarlas lo deliberan entre ellos y tratan de llevarlas a cabo, lo más rápido posible.
No solo son ellos son los que participan y ayudan. Mientras esa mañana estaban con el mantenimiento, las mujeres se encontraban en el interior de la iglesia sacando la ropa de la virgen para que esté lista para el día grande. Además de organizar otras tareas imprescindibles. Desde que entraron el año pasado en la junta colaboran las que más en todo. Su principal devoción es que la ermita de los Pueyos y sobre todo el interior de la eucaristía este en perfectas condiciones para el día grande.

Los miércoles son el día elegido para subir hasta Pueyos. La participación y colaboración siempre son protagonistas en los quintos, pero este año ha aumentado notablemente, ya que la quinta del 77 es de las más multitudinarias. Un total de más de 50 personas forman parte de la quinta y se reúnen una vez a la semana para pasar una mañana juntos cuidando una de las joyas más preciadas de la capital del Bajo Aragón, además a la mayoría lo que les une es el «espíritu por conservar el santuario y también por pasar buenos momentos juntos recordando viejas anécdotas».
Todas las actividades están acompañadas por risas y recuerdos. Además, desde el interior del edificio se empieza a oler la rica ración que están preparando los cocineros expertos de la quinta de este año. Aunque todos están muy contentos por continuar con la tradición de los quintos, una de las principales motivaciones es degustar la comida preparada por los cocineros. Muchos confiesan que el encargado «siempre les sorprende y que cada vez el almuerzo está más rico».
Después de una larga jornada de mantenimiento, que para muchos representa «vida y reencuentro» llega el que para algunos de ellos es el mejor momento del día. Son las 10.00 en punto cuando uno a uno van dejando las herramientas de trabajo para dirigirse hasta el salón donde les espera un gran plato para recuperar fuerzas.
Todos ellos aguardan reunidos en la terraza y con una gran mesa ya preparada en la que no faltan platos bien llenos ni tampoco el buen vino. Llega la hora del tentempié. En la mesa, los protagonistas son las risas y el espíritu por venir una semana más a la ermita para que el día grande todo esté listo con el motivo de honrar a la Virgen de los Pueyos. Es un momento de reunión y de compartir y de revivir viejos tiempos todos juntos.
Una quinta comprometida
Todos los quintos se responsabilizan mucho y cada año dedican parte de sus horas al mantenimiento. del Santuario de la Virgen de los Pueyos. Este año tienen muchas ambiciones, pero lo más importante «son las ganas que le ponen» para poco a poco mejorar las instalaciones del Santuario. Su prior, Enrique Anento, cuenta con emoción los días que quedan para que el paraje luzca bonito, tal como se merece, pero también para que los alcañizanos y visitantes durante las fiestas que vengan a verlo sean conscientes de esta maravilla que se esconde en lo alto de la capital de Bajo Aragón.