Todas las tardes se las pasa en el estudio de grabación. Para Óscar la música lo es todo y en estos días tan extraños es su refugio. Pasa todas las tardes en su estudio de grabación, un espacio que se ha ido habilitando poco a poco junto a su piso. «Es muy modesto y sigo investigando en cómo sacarle más partido», dice. Estas dos semanas de confinamiento, le han dado ya para componer dos temas. Al primero le quiere dar «otra vuelta con más voces» pero el segundo está grabado y registrado. Se titula ‘Encerrado’. «Estos días le estoy pegando fuego a esto. Me dedico a componer, componer y componer», dice en un suspiro de alivio al otro lado del teléfono. La música está siendo la salvación para miles de personas en esta crisis sanitaria. Para él, que siempre lo ha sido, también. Las tardes con su laúd son su vía de escape tras las mañanas detrás del mostrador de la carnicería, un oficio con un elevado nivel de estrés en estos días raros. «La canción ‘Encerrado’ empieza un poco tranquila pero da un giro y te alegra y te anima a pensar en salir en cuanto podamos hacerlo después de todo esto», explica.
Cualquiera que conozca un poco a Óscar lo asocia al laúd. No se separa de él desde que lo probó cuando la bandurria ya se le quedó corta. Con el laúd descubrió un mundo de posibilidades. «Siempre se le ha tratado como segunda o tercera voz pero no es así y yo estoy centrando mis esfuerzos en ponerlo en la primera línea», sonríe. Asegura que es un proceso duro porque «solo se suele tocar hasta el quinto traste empleando tres dedos y a partir de ahí, hay un mundo nuevo». Como dato, invita a fijarse en los laúdes antiguos. «La mayoría tienen a estrenar los trastes del uno al quinto».
En ello está. En explorar más allá del quinto traste y en sacarle todo el partido se emplea desde que cogió uno por primera vez. Lo ha ido logrando a base de práctica, constancia y estudio. «Horas, horas y horas, no hay más», dice y ríe al recordar todo el tiempo que pasó hasta que interiorizó todas las escalas. Esta constancia de estudio la sigue aplicando. Él y todos los compañeros de ‘Bordón Negro’, una de las agrupaciones de las que forma parte. «Cada uno tiene su vida y su trabajo y estudiamos en casa hasta el ensayo de los miércoles en Caspe», comenta. Bordón Negro es sinónimo de flamenco en el Bajo Aragón Histórico. «La libertad que da el flamenco es tremenda, nosotros disfrutamos muchísimo», cuenta. De hecho, en los últimos años y de la mano del representante Luis Escudero -muy conocido en el mundo del flamenco en Aragón- han girado por muchos escenarios aragoneses con lleno en las butacas.
Legado familiar
Óscar viene del mundo de la jota. Comenzó con la guitarra en Escolapios, con 9 años y a los 15 cambió a la bandurria. Ha pasado por orquesta y en el folclore aragonés, Malandía ha sido su casa además de que fue uno de los fijos durante años en la rondalla del Certamen Oficial de Jota de Zaragoza. También acompañó a los ganadores en diferentes galas posteriores y así, un largo etcétera de actuaciones, escenarios y amistades. «Tocar dos veces en la sala Mozart del Auditorio y en la plaza del Pilar es lo más grande que he hecho como músico y que haré porque tengo claro que esto no será nunca mi medio de vida», reflexiona. «El laúd, la bandurria… La música me lo ha dado todo. Hasta conocer a mi mujer», añade. «También lo malo, porque en este mundillo se sufre y te llevas decepciones con gente», apunta pero se queda con lo bueno. El año pasado dejó el flamenco por un momento y regresó a la jota. Lo hizo con su laúd para la grabación de ‘Gracias a la Jota’, del disco de Isabel Rocatín y Jorge Sánchez. «Me dejaron libertad», ríe. «Se rodearon de músicos del territorio y creo que quedó un disco precioso», dice.
Óscar recoge la invitación de su hermano, el poeta y escritor José Manuel Soriano, para participar en esta sección. Su hermano gemelo César también toca la guitarra y si piensa en música, el antecesor familiar fue el abuelo Cesáreo. Fue ‘matachín’, albañil, carpintero y, además de todo, músico. Un músico que igual tocaba un laúd que una guitarra o lo que se le pusiera por delante. No lo conoció pero quién sí ha podido ver a los dos en acción, le apunta las mismas maneras al nieto con el abuelo. «No digo que yo lo tenga pero creo en el duende del que hablan los flamencos… Algo hay», sonríe.
Cada persona que conoce en la música le ha aportado algo y el gusanillo de dar el paso a grabar sus temas es culpa de Juan Carlos Mampel cuando grabaron en su estudio del Mas el disco de Bordón Negro y es su propuesta para la próxima semana. «El estudio es impresionante y él es un fuera de serie porque es músico y te entiende con mirarte», concluye. Ahora, en sus propias «modestas instalaciones», Óscar disfruta de todo el proceso musical. Sigue creando y poniendo arte y luz, más si cabe, en estos días de estado de alarma.