Decenas de personas presenciaron el traslado de las peanas desde la «casa de los santos» a la iglesia
Es uno de los actos más sencillos de los días previos a la Semana Santa y uno de los más emotivos. El paso de las peanas desde la «Casa de los santos» hasta la iglesia congrega cada año a más personal. Gente que presencia uno de los momentos más íntimos y desconocidos para el gran público que ya se encuentra las peanas listas para procesionar. Para que llegue ese momento es fundamental el trabajo que se desempeña durante estos días. Las peanas ya están en Santa María La Mayor desde el miércoles y una vez desprendidas de los plásticos que han garantizado su buen estado durante el año, ahora queda el trabajo de la puesta a punto.
El miércoles, decenas de personas acudieron a ayudar a ese traslado. Toda colaboración es bienvenida. Hay que portarlas hasta el interior del templo y, además, bajar de su capilla al Cristo del Silencio para colocarlo en su peana. Todo salió perfecto. «Lo más bonito de este día es que estamos todas las hermandades juntas», valoró el presidente de la Junta Suprema, Alfredo Barberán. «Tener al Cristo aquí abajo es muy emocionante y es único porque solo se da una vez al año. Lo hemos estado mimando, limpiando y cada año nos acompaña más gente», dijo la presidenta de la Hermandad del Silencio, Belén Fuster.
Corroboró sus palabras Miguel Ángel Orihuela, que también estuvo ayudando al movimiento de las estructuras. Representa a la Guardia Civil, cuerpo al que el Silencio nombró Hermano Mayor de Honor. «Estamos muy agradecidos y hemos decidido los hermanos guardias civiles de la cofradía, que sea una compañera la que salga en la procesión ya que el año pasado se conmemoró el 30 aniversario de la incorporación de la mujer a la Guardia Civil», dijo.
El proceso del traslado de peanas
Una vez se metieron todas las peanas a la iglesia, llegó el turno de subir al Cristo del Silencio. Antes de su vuelta a las alturas, los presentes le dedicaron las últimas miradas de cerca y lo tocaron por última vez. «Este momento nos dice que la Semana Santa ya está aquí y se empiezan a agolpar pensamientos y recuerdos, unos más alegres y otros no tanto. Llegan días de reencuentro con amigos y familiares y hay gente que ya no está», dijo el alcalde, Juan Carlos Gracia, que definió la tradición como «muy alcañizana».
El Cristo ya luce en su peana y en perfectas condiciones. En cuanto se bajó de su capilla, varias personas se encargaron de la limpieza y antes de las ocho de la tarde ya estaba listo para su colocación. Durante el año no está solo, pues gente como Carmen Serrano, se ocupa de su cuidado como Camarera del Cristo. «Lo hago con muchísimo cariño y no me cuesta ningún sacrificio porque lo quiero mucho y siempre lo digo», dijo. Todas las semanas vengo dos o tres veces según me parece y le cambio los claveles cada diez o doce días. Estos días que se ha levantado tanto polvo por aquí he venido cada dos días», añadió. «Hay que cuidarlo mucho y mientras pueda, aquí estaré», concluyó.