Desde hace 6 años, Simeón Vicente, junto con el resto de miembros de la Casa Rural Cal Antoniet de Nonaspe, coloca un belén en algún rincón escondido de los montes nonaspinos. Esta sorpresa se ha convertido ya en una actividad clásica que los vecinos esperan cada invierno. «Vi algo similar en La Pobla de Massaluca y decidí colocar un belén pero que no estuviera fijo, que pudiera rotar por distintos rincones», recuerda Vicente.
Cada año los organizadores trazan una nueva ruta que lleva hasta el nuevo belén. Siempre buscan un punto estratégico desde el que, además de practicar el senderismo, los paseantes puedan contemplar bonitas vistas de Nonaspe.
Si el entorno lo permite, la ruta es circular, pero no siempre es así. No obstante, está siempre señalizada para quien todavía no conozca las sendas. «No es un recorrido duro, por lo que muchos de los participantes van a menudo con niños o con sus mascotas», explica el organizador.
Desde las 20 personas aproximadamente que se animaron a visitar el primer belén montañero, el pasado año fueron alrededor de 1.000 paseantes los que quisieron descubrir dónde se encontraba. Para este año se espera una participación similar o, incluso, superior. Estos belenes se mantienen durante tres años en los montes, para hacer permanecer las rutas.
Sin embargo, cada año se añade un nuevo portal al entorno montés de Nonaspe. Por tanto, en estos momentos, son tres las sorpresas que los senderistas deben buscar entre el monte.