A lo largo de los años, Montse Peñalver ha ido dando forma a una colección de más de 650 muñecas de todo el continente. Paseos por anticuarios, encargos a familiares y amigos en sus viajes y muchas horas de dedicación han hecho que la vecina de Mirambel cuente con uno de los mejores tesoros de coleccionistas. Parte de ese trabajo, casi 200 piezas de la colección, ahora lo puede disfrutar todo el mundo en uno de los espacios más emblemáticos y singulares del municipio del Maestrazgo, el Convento de las Monjas Agustinas.
Indonesia, Francia, Perú o las diferentes comunidades autónomas españolas, «Las Chicas de Montse» se han convertido en un reclamo más para visitar la localidad medieval. Entre las joyas de la corona, una figura de los años 30 que le regalaron cuando se mudó junto a su familia a Mirambel, donde desciende. Así como tres juegos de Matriuskas de Rusia, el más especial, un juego de 12 muñecas que le dio su marido, José Miguel Marín, al casarse. Además de piezas personalizadas de la pareja; una fofucha de Montse, la recreación de ella y Miguel o la figura de su pastel de boda. Aunque también muñecas más convencionales arraigadas en el imaginario colectivo como Barriguitas o Nancys.
Por su valor sentimental, Montse guarda un cariño especial a «Carlitos», un muñeco con mecedora y su propia ropa que consiguió a los ocho años. No pasan desapercibidas tampoco las dos rebron turolenses, con su propio certificado de nacimiento y vestimenta, el parecido de ellas con un bebé real sorprende. Pero la colección es tan rica y diversa que contiene muñecas de todo tipo de materiales y con diversos trajes regionales que permiten sumergirse en la historia: madera, papel maché, plástico, tela, cerámica e incluso hierro o elementos procedentes de la naturaleza como paja o pallarofa. Todo ello permite hacer un divertido y rico recorrido por las diferentes culturas del mundo.
Gran acogida
Desde la apertura de la exposición a mediados de agosto, la acogida ha sido muy positiva: «La gente me llama porque quiere ver más de las que hay en el convento, algo tendrá para que les guste», explica Montse. Por ello, la muestra se podrá visitar en una de las salas del convento en el horario de la Oficina de Turismo de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 18.00. El fervor no se ha creado únicamente entre los turistas, los vecinos, aunque ya conocían esta colección, también están contentos de poder disfrutarla y de contar con un reclamo más en su municipio.
La raíz de la pasión por las muñecas le viene a Montse desde la infancia, aunque confiesa que no podía jugar con ellas: «Siempre me han gustado mucho, pero cuando era pequeña apenas podía jugar con ellas porque mi madre me las guardaba para que no se rompiera», sin embargo, 40 años después, ella y sus nietos han podido disfrutarlas al completo.

Una pareja de coleccionistas
En la colección no solo hay muñecas, el ajuar también lo componen trajes hechos a mano, dos casas de muñecas totalmente completas o cualquier prenda de minuciosos encajes de bolillos. Todo ello descansa en el estudio de la pareja, el «capricho» de Montse y Miguel para poder tener sus colecciones. Las muñecas de Montse se unen a las 2.500 barajas nacionales y extranjeras con las que cuenta su marido. José Miguel Marín, también muy reconocido en la zona, ha acumulado un muy valioso archivo histórico y etnológico de Mirambel, la comarca y especialmente del escritor Pío Baroja gracias a un exhaustivo trabajo de documentación y recopilación durante años.
Ahora, aunque el estudio esté «al completo», ambos continuarán trabajando en su afición, intentando también mostrarlo para que lo pueda disfrutar más gente. «Si el estudio fuera el doble habría el doble de muñecas», comenta entre risas Marín, quién coincide con su mujer: «Mientras pueda ir consiguiendo más muñecas y amigos me traigan de sus viajes, la colección seguirá creciendo». La colección crece, y con ello el viaje en el que permite sumergirse las muñecas no cesará.