Carlos encontró en Basilea el lugar perfecto para desarrollarse como músico una vez que aterrizó en la ciudad en 2009 para estudiar un máster. Pronto vio lo que podía ofrecerle esta ciudad suiza de 192.000 habitantes: una vida cultural que nada tiene que envidiar a otras más grandes.
Carlos Vallés García (Alcañiz, 1986) comenzó su carrera musical con la viola en el Conservatorio de Alcañiz siendo un niño y siguió el camino de tantos otros compañeros al poner rumbo a Barcelona para cursar el Superior. Realizó varias pruebas y finalmente, Basilea se posicionó como siguiente destino para cursar el máster. «En música nos movemos en función de dónde están los profesores de los que nos gustaría aprender y eso me trajo pero no conocía nada acerca de lo que me podía ofrecer la ciudad y Suiza en general en el aspecto cultural», comenta. Descubrió la gran variedad de músicas más allá de la clásica que hay en Basilea con una orquesta sinfónica, orquesta de cámara, barroca, música contemporánea… «Combinar proyectos con dar clases y tocar a un alto nivel en distintas formaciones aquí es posible, se facilita mucho esa compatibilidad porque un músico tiene que tocar, siempre tiene que estar en forma y me quedé», añade.
Cursó los cinco años de máster y siguió enlazando proyectos. A día de hoy, sigue teniendo trabajo en Basilea ya que es miembro de dos orquestas -la de música contemporánea y la de música barroca- y colabora de forma habitual con la orquesta de cámara. Se suman las giras que, tras el parón debido a la pandemia, van recuperando calendarios de cara a otoño. En su página web (www.carlosvallesgarcia.com) recoge toda su actividad.
Además, imparte clases en una pequeña escuela de música que se montaron entre cinco profesores, todos ellos españoles. «Habíamos estudiado en Basilea y decidimos unirnos para dar clase», sonríe. «Cada uno tiene sus alumnos y esta es una buena manera de que se puedan reunir ellos también y tocar sus piezas juntos», añade. Aunque tienen mucho alumnado infantil, imparten a todas las edades y perfiles. Sin ir más lejos, uno de los alumnos de Vallés es un señor de 80 años que tocó de niño y ahora, 50 años después, ha querido retomar el instrumento.
Este es uno de los pilares sobre los que se asienta la costumbre de la ciudadanía de acudir con asiduidad a conciertos de música clásica y otras variantes. Sucede en muchos países centroeuropeos donde es un buen plan entre amigos acudir a una actuación cualquier fin de semana.
«Aquí, casi todos los niños en algún momento de su infancia han tocado un instrumento y eso hace que ya pase a formar parte de sus vidas para siempre. Acudir a un concierto de clásica o barroca, por ejemplo, es habitual, lo tienen muy interiorizado», reflexiona. Contrasta con el caso de países como España donde los conservatorios están orientados a crear músicos profesionales. «Salimos muy bien preparados en nivel en comparación con otros países y por eso es normal que estemos tantos extranjeros aquí, por esa preparación».
En ese sentido, echa de menos las oportunidades para tocar en casa. «Es una pena porque hay mucha gente muy buena que está fuera. Sería maravilloso un festival de cámara y juntarnos pero es un tanto complicado», añade. Para comenzar, debería haber apoyos institucionales como sí hay en países como Suiza donde los ciclos y conciertos son constantes y donde hubo apoyos a la Cultura en pandemia. Dos veces actuó en Alcañiz en los ciclos de la Fundación Quílez Llisterri siendo estudiante, al igual que Cristina Pérez Esteban quien lo propuso para EncontrARTE.
Al son de la dulzaina
Carlos creció escuchando la música de la dulzaina más ilustre de Alcañiz, la de su abuelo Noel Vallés, querido dulzainero al que su ciudad le dedicó un gigante. Antes de la música, practicaba biketrial, disciplina en la que fue campeón del mundo en 1996 en categoría «Poussin» a sus 10 años. A través de un tío suyo conoció a Juan Magán, el profesor de viola. «Me cayó muy bien y gracias un poco a eso ya empecé con la viola y no la dejé», dice. Se centró en la música tanto que la hizo su modo de vida y a día de hoy es un músico «realmente feliz».