Carmen Latorre (Fabara, 1952) lleva más de cuatro décadas dando vida a la cerámica. En este tiempo su obra ha pasado etapas y evolucionado hacia diferentes derroteros y técnicas. En su casa de Sant Feliú de Llobregat dispone de una habitación habilitada a modo de taller. Ahí hace todo el proceso salvo la cocción.
De esa habitación salen piezas variadas. Algunas son encargadas y otras son libres y propias para «ir teniendo preparada». Otras piezas ya salen con una temática concreta para una exposición también concreta. Latorre forma parte del Círculo de Bellas Artes de Sant Feliú de Llobregat, una agrupación integrada por una treintena de artistas, entre ellos, el maellano Joaquín Hernández que «fue uno de los fundadores». Con este Círculo realizan cuatro muestras anuales, aunque este año está siendo la excepción por la crisis sanitaria. «Yo sigo haciendo obra pero no sabemos si finalmente se hará la de otoño», dice. «La de primavera es una de las más especiales porque exponemos todos los compañeros», añade.
Su entrada en el Círculo no se produjo hasta hace seis años tras una exposición que realizó individual en el Palacio Falguera de Sant Feliú. «Me lo habían propuesto y yo nunca había considerado que podía tener ese nivel pero esa vez en esa exposición me di a conocer y ya me animé a entrar», revela. «Estoy contenta porque siendo parte de un grupo nos enriquecemos los unos de los otros, se conocen otras formas de hacer las cosas… se comparte mucho», añade. Ahora le han propuesto ser parte de una asociación de mujeres en la que falta alguna artista que se dedique a su sector.
En cuanto a su forma de trabajar, todo el modelado es manual, sin moldes -porque no hace nada en serie- y tampoco emplea torno, de dónde «sólo salen piezas redondas y lisas», algo de lo que huye y que sólo hace si le apetece. «Voy a mi aire, aunque haga una lisa, le doy forma y creo que me he ido haciendo mi sello», sonríe. Trabaja todas las técnicas, desde los refractarios a baja temperatura en rústico hasta el esmaltado. Entre su obra hay escultura funcional pero, sobre todo, mucha dedicada a la decoración en la que ha introducido el encuadre «vintage» y enmarcado en madera. «Ya no se lleva colgar platos de cerámica, hay que ir modernizando», sonríe.
Considera que siempre hay algo que descubrir y que, tanto en la escultura como en las artes en general, nunca se termina de aprender. «Siempre hay algo que investigar y el Arte siempre estará vivo, siempre va a haber artesanos… Si el Arte muere al ser humano ya no le quedará nada», reflexiona.
Una familia con arte
A Fabara acude con asiduidad. Allí nació y se crió y de allí se marchó cuando conoció a su marido barcelonés con el que se instaló en Sant Feliú. Él le insistió en que se apuntara a una academia de pintura y así lo hizo porque era algo que siempre le había atraído ya en su pueblo pero a lo que no había tenido ocasión de dedicarle tiempo. Pintó hasta que se cruzó en su camino la cerámica, la probó y vio que además de gustarle, tenía aptitudes. «Creo que es lo más importante y por eso seguí», cuenta.
Comenzó a hacer las primeras exposiciones y unas cuantas han recalado en Fabara en 1994, 2006, 2014… y la última fue el año pasado por fiestas junto al acuarelista Luis Valén, amigo además de Jesús Guallar, quien propuso a Latorre para esta sección. «Acudió mucha gente durante los días que estuvo abierta y con opiniones buenas que es lo que te llena y te anima a seguir», dice agradecida. Sabe que algunas personas repitieron y además, vendió una decena de piezas, algo que suele repetir en sus muestras y que ya es menos habitual en el mundo del arte. «Hay mucha gente que sí valora el trabajo que hay en una pieza, el tiempo y el material invertidos además de que sea algo único lo que se lleva», apunta. Reconoce que los tiempos «son los que son» y que las prioridades son otras, pero «vivir del arte nunca ha sido fácil para quien tiene en ello su sustento y no sólo ahora por la situación».
Está segura de que toda esta inquietud le viene de casa, donde la destreza también salpicó a sus hermanas. Ubica el origen en su padre fallecido cuando ella era muy joven y que «igual era albañil que trabajaba madera. Hacía de todo», dice. «No hemos sido artistas pero todos hemos tenido nuestra gracia», concluye sonriendo.