El motivo de Alfredo Aguilar Gil (1962) para dedicarse a la música tiene nombre y apellido: Juan Manuel Gil Vallés, conocido en Torrevelilla como el Tío Juan Manuel. «Es mi abuelo y él nos introdujo a todos en este mundillo», dice. La mayor afición de su abuelo era el laúd y de su mano empezó a tocar la guitarra, luego la bandurria «todos los días con él», y después la guitarra eléctrica, el instrumento que toca en Los Poputs. En la universidad formó parte de la tuna y en el pueblo, está en diferentes agrupaciones. Toca con la ronda de fiestas y también con el grupo de jota que se montó en Torrevelilla. «Solo me faltan los gaiteros», ríe.
Y tanto, porque el vacío de pop-rock se llenó con Los Poputs hace casi una quincena de años. El nombre rinde honores a la abubilla, un pájaro con cresta. Comenzaron tres y ahora son cinco integrantes que se reúnen todos los meses a ensayar y dos o tres veces al año hacen conciertos. Tocan en el pueblo en eventos como Torrefest, o también en alguna localidad cercana. «Algo modesto, pero nos juntamos», apunta. Tocan versiones y también temas propios, y para disfrutar de su buen hacer hay que estar pendientes de su agenda para verlos en vivo. «Tenemos alguna grabación pero disco no… No lo descartamos, algo hay previsto», avisa. Los Poputs es un aliciente más para juntarse los cinco: tres viajan desde Zaragoza y dos desde Barcelona. Torrevelilla siempre es el punto de unión e incluso de pasar épocas de residencia. «Todos tenemos la casa familiar, algunos pasan temporadas viviendo en ellas, y en mi caso incluso fui a la escuela un tiempo de pequeño y antes de casarme también viví un par de años allí», señala.
De Torrevelilla hay muchos hijos y descendientes que además de seguir fieles al pueblo, participan de forma activa en su día a día. Cree que es el ambiente lo que genera este efecto. «En fiestas vamos todos a todos los actos. Nos juntamos mayores, pequeños… de todo», añade. «Esa época es una locura a veces porque dejas de tocar con la ronda y ya te tienes que ir con la jota, somos pocos en muchos sitios». Al padre de Alfredo, Manuel Aguilar, no le quedó más remedio que meterse en la onda musical familiar y en las tradiciones del pueblo político. Él, natural de Zaragoza, tanto se involucró, que compuso música y letra del Himno de Torrevelilla. «Se unió, y es que mi abuelo metió en música a mi madre, a sus nietos y sigue la saga, una hija mía baila la jota, le encanta», apunta.
El teléfono como afinador
Una de las personas con la que comparte grupos es José Dionisio Marqués, quien la pasada semana mencionó al abuelo. En los últimos años Marqués ha contribuido a la recuperación de piezas, algunas del Tío Juan Manuel. Se dedicaba al campo pero le apasionaba la música y además tenía mucha facilidad para aprender de oído. Apenas escuchaba una vez una melodía y la trasladaba al laúd, el instrumento de su vida.
Alfredo custodia esos apuntes y transcripciones. Algunas partituras han recobrado vida pero quedan muchas por descifrar. «Ahora estoy detrás de una que parece ser que es de origen italiano. ¿Cómo la conoció? Pensamos que la pudo aprender de algún italiano que vino en la guerra… Cosas así nos vamos encontrando», apunta.
Según va indagando en este legado más admiración le despierta su abuelo. «Es que era increíble lo que hacía sin apenas recursos», sonríe y se detiene en el cuanto menos curioso método que empleaba para afinar: el teléfono. «Ahora hay muchas compañías, pero al principio solo era Telefónica. El pitido que emitía el teléfono al descolgar era la nota LA, y a partir de ahí afinaba el resto del instrumento… ¡Atención al ingenio!», sonríe.