Las primeras pinceladas las dio en Alcañiz siendo muy joven. Esta vena artística no le viene de familia pero sí del ambiente en el que se movía. Enrique Martínez Peralta nació en la capital bajoaragonesa en 1952 y creció en una época de explosión cultural. Muchos no dudan en referirse a las décadas de los 60, 70, 80 y 90 como los años dorados del arte en Alcañiz. Así recuerda su ciudad Martínez, que no se olvida de donde viene. Más bien, lo contrario.
«Desde muy niño dibujaba y pintaba pero en casa no tengo a ningún antecesor», sonríe. «Lo que ocurre es que en mi juventud, en Alcañiz había un grupo de gente muy inquieta culturalmente, como Trullenque sin ir más lejos», añade. Lo que cuenta con las palabras, Enrique lo apoya con la manera de decirlo porque cuando habla de su pueblo no puede evitar hacerlo sonriendo y con cierta nostalgia. «Había un pequeño estudio en la calle La Cueva e íbamos a pintar allí y hacíamos exposiciones en septiembre en fiestas en las escuelas que había en el Cuartelillo en la Glorieta de Valencia o en el Palmireno», apunta.
Nombra a Trullenque y también a Colado, a San Nicolás, a Boira, a los hermanos Sánchez o a Ángela Andreu. «La lista sigue, estábamos varios entonces pintando», apunta. Le gustaría volver a exponer porque aunque viva en Sitges no es ajeno a su pueblo. De hecho, viaja de continuo y está al tanto de todo lo que sucede en una ciudad que forma parte de su inspiración. «Me encantaría exponer en casa. Y no solo a mí, somos unas cuantas personas las que estamos fuera, que nos dedicamos al Arte y que tenemos a Alcañiz presente. Alcañiz ha dado muchos artistas al mundo», añade. Recuerda, por ejemplo, a Casilda, colega alcañizana que reside en Francia y con la que continúa en contacto. Ella le dio el relevo en esta sección EncontrARTE.
De Alcañiz a Sitges
Siempre se ha sentido cómodo en el mundo artesanal y por eso quiso que fuera su modo de vida y eligió la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza para formarse. «Hice pintura pero también modelado, forja, vaciado en escayola… Toqué toda las técnicas y fue muy enriquecedor», dice. Salió como diplomado en Interiorismo, un sector en el que ejerció durante años primero en Madrid, luego en Zaragoza en un estudio y finalmente, en Barcelona donde terminó por establecerse en Sitges. Entonces dio un giro a su vida laboral que encaminó a la administración pero siguió pintando.
Ir a parar a una población como Sitges ayudó a no bajar el ritmo de producción porque el Arte es una de las características de la historia del lugar donde sobresale Rusiñol al que han seguido generaciones posteriores con ahínco. Muchos de estos artistas están organizados en la Asociación de Artistas Pintores de Sitges, de la que Martínez fue presidente entre 1996 y 2005. Es miembro de la junta del círculo artístico, que mantiene una intensa actividad. El alcañizano se implicó desde el inicio y recuerda cómo fue de las primeras personas que participó en la feria de pintura y escultura que ya es otra seña de identidad de la localidad. «Eran tiempos intensos de actividad y en los que se vendían muchos cuadros, ahora ha cambiado mucho e incluso el acceso a galerías se complica», reflexiona. «Veremos qué camino toma el Arte», añade.
Aunque lo que más emplea es óleo, en su producción destacan las acuarelas, una técnica que tiene la fama de ser de las más complejas pero una de las más adictivas una vez se conoce. «En interiorismo los bocetos se hacen con acuarelas y así empecé», sonríe. No se limitó e introdujo óleo y acuarelas e incluso tintas chinas, otra prolongación de su trabajo a su faceta más creativa. «En dibujo técnico empleábamos algo parecido y ahí está el origen», añade.
Suele pintar basándose en fotografías y tira hacia el realismo. «Me gusta plasmar lo que veo y alguna vez he intentado hacer algo más abstracto pero a mí no me resulta fácil, lo dejo para otros artistas», señala. Buena parte de su obra puede admirarse en su página web, un blog en el que también recoge una relación de exposiciones de una lista que comienza en los años sesenta y sigue activa. «La pandemia nos ha frenado mucho y se instaló una sensación de decaimiento que parece que nos vamos sacudiendo para resurgir», apunta. En cinco décadas ha expuesto en decenas de espacios, tanto a nivel individual como colectivo. «Yo sigo pintando, y con la jubilación, todavía más», concluye.