En múltiples ocasiones la responsabilidad del bienestar de la persona enferma recae de forma íntegra en su cuidadora. Los lazos familiares estrechan aún más si cabe el vínculo entre el que atiende y el paciente convirtiéndose así la dolencia en una circunstancia más con la que vivir.
En el caso de Marisa Aviño (Caspe), a sus 59 años lleva aproximadamente un año y 8 meses dedicándose al cuidado de su madre Paquita, maellana de 89 años, paciente de alzhéimer. Fue el marido de esta, ya fallecido, quien alarmó a su hija de los primeros síntomas. «Me contaba que repetía mucho las cosas, que tenía despistes, yo como no estaba con ella todo el tiempo no se lo notaba, pero en cuanto se agravó me los traje a los dos a vivir conmigo», relata.
Marisa reconoce que el primer paso, la aceptación de la nueva situación por su parte y por parte del resto de la familia, fue muy sencilla. «Mi marido siempre lo llevó muy bien, hay que tener en cuenta que es una situación nueva y que te limita porque ya no puedes hacer todos los planes que te gustaría. Ahora somos una pareja de tres porque mi madre nos acompaña a todas partes«, asegura la cuidadora. Aun así, reconoce que en su caso la condición de su madre ayuda a mantener la cordialidad. «Es muy buena paciente, no se queja, lo único que repite mucho las cosas, pero acabas acostumbrándote», añade.
A pesar de su diagnóstico, Paquita es prácticamente autosuficiente y con ayuda es capaz de realizar pequeñas tareas y asearse. «Siempre intentamos no solo estimularla para que ande, sino que también trabajamos la memoria», cuenta Marisa. Así, cada día madre e hija repasan en el calendario qué fecha es y a qué día están. Este trabajo se complementa con las sopas de letra que a Paquita «le chiflan» y la lectura, «pero solo de libros alegres, si empieza a leer calamidades ya no lo quiere».
A la espera de ayuda a la dependencia
En cuanto a ayudas, Marisa está a la espera de ver si le reconocen la ayuda a la dependencia de la que Paquita, por su enfermedad, podría ser beneficiaria. «Sí que es verdad que la pedí hace bastante, pero todavía no sabemos nada. Van con mucho retraso y nos tememos que para cuando se la aprueben ella ya no estará«, cuenta la hija. Mientras tanto, Marisa no se plantea ninguna opción que no sea encargarse ella misma de su madre. «A veces cuando estás más cansada emocionalmente piensas en una residencia, pero mientras pueda quiero que mi madre esté conmigo«, explica.
Además del trabajo que realizan en casa, Paquita asiste todos los días a las terapias organizadas por AFEDACC. Ella lo conoce como «la escuela» y allí estimula la mente junto a sus amigas. Según su hija, el beneficio no está solo en las actividades que realizan junto a los terapeutas, sino que la socialización es una parte fundamental del proceso. «Cuando me la traje a Caspe no conocía a nadie y ahora va muy contenta y se relaciona que en su situación es muy importante», concluye Marisa.
es una lástima y que no allá medicina para su cura y luego nos meten el cuento los científicos de aver dado con la vacuna covi.