Cuando sigamos preguntándonos las causas del abandono de la España rural y el motivo por el cual una parte sustancial del suelo patrio aparece vacía en todos los sentidos, debemos recordar que entre otros muchos motivos, el principal motor de esta situación no es tanto que los que toman las decisiones lo hagan desde ciudades, sino que lo hacen desde una mentalidad estrictamente urbanita.

Recuerdo durante los tiempos del primer confinamiento, que pedíamos encarecidamente que se tuvieran en cuenta las condiciones propias de territorios como Aragón, territorios con poca y dispersa población. La mayoría de los que deciden las cosas, el entorno rural lo relacionan más con ver por la tele una cena televisiva en la finca de Bertín Osborne o como un recuerdo del abuelo en algún rincón de su memoria. Pero evidentemente la realidad es otra.

Reconozco que llegué a pensar que el traslado de decisiones de Madrid a Zaragoza en este aspecto, nos podría beneficiar, pero no. Y más bien duele, porque los que gobiernan en Zaragoza sí conocen mucho más las peculiaridades del territorio y por lo tanto uno esperaba medidas más diferenciadoras, pero no, todo Aragón en nivel 3 sin tener en cuenta nada más que un suicida igualitarismo.

Sabemos bien, el brutal impacto económico que está causando la pandemia, pero siendo realista y pecando con algo de crueldad ¿alguien considera que tiene las mismas posibilidades de renacer un negocio cerrado en la Diagonal de Barcelona, en el centro de Madrid o en el paseo Independencia de Zaragoza, que un bar en Galve o en Perales de Alfambra (por decir algo)? Nuestro modelo ya era por la mera supervivencia y cuando imponen criterios similares a lugares tan dispares no se dan cuenta (o sí y les da igual) que no es lo mismo y que el impacto será definitivo y negativo en muchos puntos de provincias como Teruel.

A veces parecemos como esos novios/as que se empeñan en perdonar una mentira detrás de otra. El que es mentiroso lo va a ser siempre y con todos. Los políticos lo hacen a nivel general, pero con territorios como el nuestro se ceban especialmente. Yo como otros sí creí que con el tiempo que ha pasado desde marzo hasta ahora se iban a cambiar algunas decisiones, pero contemplo con tristeza, que simplemente me han vuelto a engañar o lo que es peor, me he vuelto a auto engañar, porque es muy triste el pensar que aparte de que no les importamos, a veces sí pueden, también les gusta retorcer el pie mientras nos pisan.

Para todo lo demás, solo quiero recordar que mientras muchos sectores y trabajadores se ven abocados al empobrecimiento, hubo una surrealista fiesta comandada por Pedro Jeta y compañía, este país nunca dejará de sorprender y tal vez nos lo merezcamos, pero solo les falta ponernos con letras bien grandes en cada plaza «nos reímos de vosotros» y visto lo visto, no descartemos que pueda suceder.

Víctor Puch