El final de esta campaña ha estado marcado por la polémica de la compraventa de votos, con detención incluida de algún implicado, pero: ¿por qué no se puede vender el voto?.

En una sociedad donde se puede comerciar con casi de todo, el sexo, el útero, las drogas (al menos el alcohol y el tabaco sin muchas restricciones) … ¿qué razón hay para que el ciudadano no pueda sacar un provecho por su voto, si luego los elegidos lo usan en su beneficio propio?.

Al votante se le imponen limitaciones a su liberad de voto y se le exige altruismo para que de su confianza a alguien que, luego y con evidente ánimo de lucro, lo utiliza para obtener cargos remunerados en otras instituciones (diputaciones o comarcas, por ejemplo).

Incluso se permite a los candidatos, algo habitual en pueblos pequeños, ofrecer puestos laborales o trato de favor a cambio del voto, y se impide a quien, necesitado y sin otro recurso, pueda hacer bueno lo de «más vale billete en mano que cientos de promesas volando».

Ahora, tras las elecciones municipales, se abre de nuevo el mercado de sillones y poltronas y, una vez más, nos estafarán quienes utilizan nuestro voto, y nuestra confianza, en apaños de dudable moralidad: algo de lo que saben, y mucho, los partidos minoritarios aragoneses en el papel de bisagra. Mientras tanto, los mayoritarios, conscientes del poder que les da la distribución de recursos públicos (que por supuesto les salen gratis), se aferran a mantener el sistema, porque la democracia es un pastel que hacemos entre todos, pero se reparte entre unos pocos.

Como desde el poder no hay el menor atisbo de interés por cambiar la ley electoral, puedo soñar, y sueño, que somos los votantes quienes haremos la revolución electoral, abriendo el mercado de venta de votos: la Ley Electoral prohíbe su compra, pero no su venta; al revés de lo que hace el Código Penal con las drogas no fiscalizadas (que no ilegales), que prohíbe venderlas, pero no comprarlas: esta es la legislación hipócrita que exige altruismo y ausencia de lucro para la venta del cuerpo por partes (órganos, tejido o sangre) para salvar vidas y, en cambio, consiente la venta y degradación del cuerpo entero para la mera satisfacción sexual mediante la prostitución o la pornografía. Por cierto, algo habrá de bueno en esto de regular los mercados, cuando Gary Becker, premio nobel de economía, logró el apoyo de los principales medios de comunicación americanos progresistas al proponer la venta lícita de órganos.

Así que el 23 de julio tenemos una nueva oportunidad para vender nuestro voto al mejor postor, con libertad de mercado, publicidad y según la ley de la oferta y la demanda, acabando con esa mafia clandestina de pagos directos o promesas sin cargo.

En mi caso, desde ahora pongo a la venta mi voto para las próximas elecciones, pero, por pudor, no por un precio económico, sino por unos beneficios sociales reales para los seres vivos más necesitados: los animales no humanos, la infancia, la tercera edad, los ciudadanos de países que viven en guerra o sufren carencias vitales, quienes necesitan asistencia mental, los desahuciados y otros muchos colectivos no representados por ninguna fuerza política.

Escucho ofertas: ruego se abstengan intermediarios y quienes quieran mi voto de gorra.

José Luis del Valle. Abogado