¿Tiene el hombre futuro? Eso se preguntaba Bertrand Russell en 1961, en plena guerra fría (que resultaba ser tórrida y amenazante hasta la pesadilla). El libro como muchas de las ideas de Russell ha quedado un poco obsoleto (no del todo) pero permite una lectura comparativa sumamente interesante en las circunstancias actuales. Me he quedado con un par de frases que han provocado en mí algunas reflexiones. Una dice «En los estados de terror, la mayoría de las personas no piensan con sensatez sino que reaccionan de forma instintiva, animal», Y, contra los que argumentaban a favor del uso del armamento nuclear de forma preventiva «antes de que los otros lo hagan», aun sabiendo que eso significaría el fin casi seguro de la Humanidad, Russell trataba de rechazar la razón que avalaba tal suicidio, según esos políticos norteamericanos, ingleses o rusos: «no se puede evitar: forma parte de la naturaleza humana». El pensador inglés escribía: «La llamada Naturaleza humana es, fundamentalmente, el producto de la costumbre, la tradición y la educación y que en los hombres civilizados, sólo una pequeñísima parte de ella depende del instinto primitivo».
Dejando aparte al poder político en España que reaccionó tarde y mal a la gestión y prevención de la crisis virus coronada, a pesar de los avisos en piel ajena, la ciudadanía -con deshonrosas excepciones- está dando ejemplos masivos de cooperación, asunción de precauciones y respeto a las medidas dictadas por un poder, que ahora ya sí -también con deshonrosas excepciones – trata de reparar activamente el mal causado por la desidia ejecutiva anterior. Por tanto ¿qué es lo que falla en nuestra Naturaleza para que se de una vergonzante alta suma de individuos insolidarios, estúpidos, irresponsables y que constituyen un peligro para el resto de la comunidad humana? La costumbre -envilecida y deformada por un estilo de vida basado en el interés del sujeto, en el consumo y en el valor del dinero-, la tradición…desaparecida u obsoleta y la educación, dirigida al conocimiento técnico, la praxis del provecho personal y la ausencia de valores éticos.
Alberto Díaz Rueda
antonio germán torres dice
Don Alberto:
Es agradable recuperar figuras que fueron tan interesantes en nuestra juventud. Aunque consciente de su gran valía como matemático y filósofo, Russell nos influyó mucho mas por su faceta de pacifista. Él mismo fue desconcertante en muchos aspectos de su vida, quizás por la radicalidad de sus posiciones ante todo lo humano que no fuera estrictamente racional, ya que ni siquiera él pudo ser siempre racional. Pero yo le recuerdo con admiración, y me gusta recordar una de las anécdotas mas curiosas de su vida. Con motivo de la guerra de Vietnam, fue el creador de un Tribunal Internacional para juzgar los crímenes de guerra que sin duda se cometieron. Contó con la colaboraciones de muchos hombres ilustres, pero sin embargo no pudo encontrar ninguna gran capital europea que aceptara ser la sede de su Tribunal. Para lección y sorpresa de muchos, sólo los Estados Unidos le dieron cobijo al mismo. Así fue la vida de Russell, activista de muchas causas, algunas aparentemente imposibles: defendió que había que prohibir y eliminar las guerras. Sin embargo conservó durante toda su vida un fondo de escepticismo que le impidió adherirse al cien por cien a ninguna ideología.