En mayo, acabé el artículo diciendo que los mayores deberían quitarse la coletilla «cuando yo era joven…», y heme aquí, oyéndome, diciendo esto mismo.

Cuando yo empezaba en esto de la música (era joven…), sólo valoraba de un instrumento (yo y todo mi entorno), el sonido. Nunca se me (nos) ocurrió hacerme con un instrumento por su aspecto. Hace poco, hablando con alguien más joven, me di cuenta de que eso había cambiado. Ahora, se le da mucho valor al tema estético, incluso por delante de la calidad. Me he hecho mayor, y mi pasado no me deja anteponer lo estético a la calidad. El marketing se nos ha comido. Las líneas que marcan las grandes marcas, y otras no tan conocidas, y, en algún caso, muy peligrosas, nos han devorado.

La novedad estética se ha impuesto, está clarísimo, y acompañada de una buena mercadotecnia, es objeto de deseo, y de eso se vale cualquier empresario en cualquier sector; desde el arte («El arte de vivir del arte») a un plato de garbanzos en un restaurante, nada escapa a ello. Dicho esto, ahora abro este melón: el mercado del estupefaciente también juega a lo mismo. No deja de ser una empresa más, se maneja de la misma manera, gastan en tecnología y ciencia para seguir ampliando y mejorando el negocio, y, como pasa en todo comercio, también invierten en marketing y en diseño buscando abrir mercado entre los más jóvenes. Y lo consiguen. Pondré un ejemplo de un producto relativamente nuevo que tiene todo lo que buscan estos «empresarios»: tiene el aspecto deseado, es muy adictivo y les sale muy económico. La cocaína rosa está compuesta por una mezcla de sustancias mucho más baratas que la blanca, pero por su «novedoso» color (atractivo) es casi un 50% más cara, y eso que ni siquiera es cocaína. Lo que se vende como cocaína tampoco es que tenga mucho de cocaína, el corte en coca (el tanto por cien que se añade al producto puro) se maneja entre el 50 y el 90%, y las sustancias que se utilizan van desde fármacos diversos hasta desatascador o pesticidas varios, pero una buena campaña de marketing ayuda a vender veneno a precio de caviar.

A nadie se le ocurriría comprar una mala guitarra a precio de buena, solo por su aspecto; a nadie se le ocurriría meterse matababosas por la nariz por su atrayente color ¿O quizá sí?

« En Málaga, se dan unas 40 muertes anuales relacionadas con sustancias psicoactivas. Solo una raya, en una única ocasión, puede provocar la muerte por fibrilación ventricular», Fernando Martín Cazorla (coordinador de muertes por drogas, Instituto de Medicina Legal de Málaga)

Ángel Fernández Balasch. Asomado a mi ventana.