Decía Epicuro que nada es suficiente para el que no se conforma con poco. Los alcaldes de los micro municipios (los que a duras penas llegamos al centenar de vecinos, hasta los que raramente suman 500) nos vemos constreñidos a conformarnos con poco, ya que muy difícilmente llegamos a lo suficiente.

Toda esa bienintencionada (y bienvenida) retórica de la España vaciada parece afectarnos sólo de nombre. Como pasa con las cosas de la cultura que el capitalismo banaliza y transforma en inútiles adornos para gente que presume de ser «cool», las cosas que conciernen al poderoso caballero (Don Dinero) pasan de largo ante los Ayuntamientos diminutos y nuestras quejas y peticiones se banalizan y se archivan en la Nube de lo improcedente. Nos falta fuerza de convicción (nombre con el que se conoce el número de votos).

Un artículo de Berta Zapater en estas mismas páginas nos decía que más de 137 millones de euros están en las cuevas del Tesoro de las entidades bancarias -el único negocio que tiene garantizados los reintegros de las pérdidas- a cero interés, o mejor dicho, quizá a partir de este año a interés negativo: cobrarán por el «servicio». Y ese dinero pertenece a Ayuntamientos, Comarcas y Diputación provincial de Teruel. Una parte risible de esa cantidad astronómica pertenece a los micromunicipios que además, al contrario que sus hermanos mayores, tienen sus cuentas saneadas, no deben dinero, pero están sujetos a la Regla de Gasto y no se les permite acceder a esos fondos pequeños pero necesarios, sujetos por el corsé del Presupuesto del gasto y no de las necesidades reales.

Y así, como simple ejemplo, la creación de un parque gimnástico al aire libre para ancianos, con su pista de petanca, que no llega a los 10.000 euros –el terreno lo cede una familia del pueblo por solidaridad con los ancianos que lo habitan- la tenemos que aplazar a la espera de una subvención problemática.

Y esa sólo es la guinda de un pastel que concierne a arreglos en las calles, en las vías de acceso, en aspectos culturales o deportivos, en tratar de salvar al río, los caminos y los montes del abandono y la incuria inevitable provocada por el tiempo. Con la que nos viene encima, 2020 podía ser un año funesto decían los profetas de pesadillas (Nostradamus por ejemplo, muy popular en determinadas webs) y aunque a uno, esos augures más bien le dan risa o lástima, lo cierto es que llevamos un año torcidillo entre doña Gloria y el virus coronado, lo que nos empuja, sumándolo todo, a una crisis económica que sólo aliviaría que Europa se comportara como lo que debería ser, una suma equilibrada de naciones con objetivos comunes, y no el Club de los ricos con parientes pobres.

Un aporte de fondos a través de la flexibilización de la Regla de Gasto a los Ayuntamientos que están en esa situación (junto con las ayudas necesarias para afrontar la crisis) sería un detalle con nuestros pequeños pueblos. Como apuntaba Woody Allen, el dinero es mejor que la pobreza aunque solo sea por razones financieras. Y no esperar a que ocurra lo habitual entre los pobres: las necesidades que se nos presentan lo hacen con el sello de urgencia en la frente. Un novelista americano de mente lúcida decía que con el dinero sucede lo mismo que con el papel higiénico, cuando se necesita, se necesita urgentemente.

Así que, señores políticos, impulsen los cambios económicos pertinentes. Recuerden que en la política como en las matemáticas, todo lo que no es totalmente correcto es que está mal (Edward Kennedy).

Alberto Díaz Rueda – Alcalde de Torre del Compte