Las fiestas de los pueblos son un buen observatorio para apreciar cómo ven el pueblo los visitantes. El vivir cotidiano hace que no nos fijemos demasiado en los detalles estéticos o informativos. Pero, al preguntarles me dicen muchas cosas: Por ejemplo ¿por qué no se quitan los carteles viejos que ya no sirven? En Caspe es tan acertado el gran cartel sobre el arco lindante al Ayuntamiento que pone «Atención Médica.-Toros de Fuego», como ridículo e inútil el que hay a la entrada del Toril anunciando la Oficina de Turismo. El de los toros, se ha quitado, pero el del toril sigue tan cutre. Los letreros actualizados denotan el pulso de la ciudad. Cuando pone Peluquería, Supermercado, Pub o Carnecería y se cerraron hace tiempo se engaña al ciudadano. Las fachadas dicen hasta cuando no dicen, y no mienten de lo que hay detrás, salvo cuando la cartelería no está actualizada. Digo lo mismo de los carteles anunciadores de actividades. Veo urgencia en la colocación, pero siguen colgados algunos cuyo evento anunciado ya se ha celebrado. Equivocan a la gente, engañan… Estar al día es costoso, pero no estarlo es… desidia.

Al ver puertas y ventanas tapiadas por estar un inmueble vacío evitando la ocupación o el robo, también me preguntan: ¿por qué no se obliga a que se cierren con dignidad estos huecos? Veo en todos los pueblos puertas tapiadas, por supuesto sin revocar, ni pintar, ni disimular. Cutres ladrillos desordenados. La ocupación es un problema profundo que pone nerviosos a los propietarios de casas vacías y crea inseguridad jurídica en toda la población. Me duele la vista al ver las casas tapiadas, aunque más me duele el corazón por la razón que les ha movido para tapiarlas. Pero, algo deben o deberían decir las Ordenanzas Municipales para obligar a tapiar con dignidad. Las casas tienen propietarios pero la calle es de todos y haciendo chapuzas con los ladrillos se protege al propietario pero se castiga a todo el pueblo obligado a convivir en un paisaje urbano cada día menos atractivo.

Mi amigo Jesús me pregunta: ¿por qué pegan los cabezudos a los niños? Pero esto ya es filosofía y es demasiado para entenderlo para algunos consistorios. Tampoco confío que hayan entendido las dos preguntas anteriores. Veremos.

Miguel Caballú. Cartas a Abel