Tras cada cambio de gobierno, desde la presidencia del país hasta el último ayuntamiento, resuena el viejo «¿qué hay de lo mío?» de quienes esperan que los suyos les recompensen los servicios prestados, cumplan sus promesas o decidan otro reparto de la tarta. El «qué hay de lo mío» es el lema del clientelismo, y el clásico estribillo de la corrupción. En Aragón no somos excepción.

La realidad es que en este país, y sobre todo en determinados ayuntamientos y comunidades, el «qué hay de lo mío» ha sido insaciable. El capitalismo español se ha apoyado a gusto en el poder político, y muchas fortunas, patrimonios e imperios empresariales han engordado con el favor administrativo, cuando no directamente con el dinero público. Aquello de Marx de que el Gobierno es solo el consejo de administración de los intereses de la burguesía, se ha aplicado a conciencia en sitios muy cercanos. Una lástima. Lo que le hemos permitido a los políticos de este país no se lo hubiéramos permitido a ninguno de nuestros familiares o amigos. Algo no estamos haciendo bien.

Para terminar, permítanme que cambie de tercio y diga a los señores diputados, consejeros, ediles, y demás fauna política, que lo mío es saber si se están tomando las medidas adecuadas, es decir, refrendadas por la comunidad científica, para frenar la pandemia que nos asola; lo mío es saber si están ustedes dispuestos a dejarse de memeces y aprobar unos Presupuestos que, entre otras cosas, sirvan para vehicular las ayudas europeas, no para dar carta blanca a independentistas y filoetarras; lo mío es saber si alguien está trabajando en un plan para reforzar la sanidad; lo mío es saber si, de una vez por todas, este país va a cuidar a sus científicos; lo mío es saber si se va a dotar a la enseñanza pública de los medios necesarios para estar a la altura que corresponde a un país desarrollado, y no para dejar de lado a alumnos con discapacidades o a familias que eligen a qué colegio llevar a sus hijos. Eso es lo mío.

Antonio Miguel – CIUDADANOS Bajo Martín