Tras ver el vídeo del Colegio Mayor Elias Ahuja que se ha hecho viral, ha surgido un gran debate sobre si nuestra sociedad ha normalizado el machismo. Sorprendentemente, para algunas personas es habitual que un grupo de alumnos de un colegio mayor se organicen para jalear cánticos machistas al unísono desde las ventanas de sus habitaciones a las estudiantes de otro colegio mayor. Más que una broma de mal gusto, se trata de una actitud habitual para los residentes de dicho colegio, pues es una actuación que materializan año tras año, como si de un ritual se tratase.
Tras viralizarse el vídeo de los hechos, surgen dos cuestiones a debatir: por un lado, la normalización de los micromachismos que vivimos las mujeres en nuestra vida diaria; y, por otro lado, si la segregación por sexos debe estar ligada al sistema educativo.
Atendiendo a esta segunda cuestión, este Colegio Mayor está adscrito a la Universidad pública Complutense de Madrid. Por tanto, su alumnado debe cumplir con los estatutos de la propia universidad donde se remarca la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Siempre he pensado que la segregación por sexos muestra una sociedad errónea e irreal, pues nuestra sociedad no es así; no vivimos en un mundo donde se excluye a hombres y mujeres por el simple hecho de serlo. Desde la dirección del centro afirman que son las familias de estos chicos las que tienen el derecho de escoger un centro donde sólo convivan hombres, aunque mi pregunta es la siguiente ¿entenderíamos que hubiese bares de hombres y bares de mujeres o parques infantiles segregados por género? A mi modo de ver, dicha elección por parte de las familias viene derivada de una mentalidad fundamentalmente sexista. Está claro que quienes decidan acudir a un centro segregador pueden hacerlo, ahora bien, no deberían existir dentro del ámbito público ni ligado al mismo. Durante mis años como universitaria viví siempre en pisos donde convivíamos chicos y chicas y puedo asegurar que la experiencia fue muy positiva.
Si pensamos en qué tipo de sociedad vivimos, me gustaría poder afirmar que es una sociedad feminista, donde hombres y mujeres vivimos en igualdad de oportunidades. No obstante, tras ver las declaraciones de algunas alumnas a las que las llamaron «putas» defendiendo la actitud de sus compañeros, me abruma pensar que involucionamos como sociedad. El último barómetro sobre juventud y género elaborado por el Centro Reina Sofía desvela que uno de cada cinco chicos de entre 15 y 29 años considera que la violencia de género no existe y que es un «invento ideológico», algo que a su vez era defendido por una de cada diez chicas de la misma edad.
Incluso hablando sobre este tema con amigos no tan jóvenes, he podido apreciar la normalidad con la que ven este tipo de actuaciones, respaldando esos gritos indicando que se trata de una broma y no un acto machista. Entonces, para que la gente lo entienda ¿pensaríamos lo mismo si en vez de gritar los hijos de la élite (la mensualidad les cuesta 1.200€) desde su colegio lo hiciesen desde un hogar de acogida de menores extranjeros? ¿y si le gritasen lo mismo a una joven cuando sale de su casa por la noche? Queda claro que depende de quién sea el agresor y a quién se dirija estigmatiza nuestra opinión sobre el hecho en cuestión. En el vídeo, en definitiva, lo que vemos es cómo se cosifica a las mujeres, limitándolas a meros objetos sexuales. Por suerte, no, la sociedad no es así, ni es machista ni segregadora.
Susana Traver. Diputada de Educación, Bienestar Social e Igualdad de la Diputación de Teruel
Pasaba por aquí. dice
Muy buen articulo.
Mas creo que, cada día mas, una parte de la sociedad se esta escorando a estos comportamientos, sobre todo cuando los machitos alfas y pijos van en manada. También me llamo la atención el acento de las chicas, que en la entrevista, justificaban los ladridos y rebuznos. Aunque las hay de todos lados.
De joven se hacen muchas tonterias que luego sonrojan, pero no nos equivoquemos hay mucho gamberro clasista que ni se sonroja no se corrige.
Antonio German Torres dice
Apreciada Sra. Traver:
El numero y la gravedad de los actos de incultura y de falta de respeto no ocurre por causalidad. La evolución a la que estamos siendo sometidos por el poder también debería ser objeto de consideración y en su caso de rectificación.
Como usted sabe, en España La blasfemia dejó de ser punible. Insultar a la Corona ya no es delito. Tampoco quemar la bandera de España. Llamar zorra a una policía local de Madrid, como hizo la dirigente podemita Isa Serra durante un desahucio, merece comprensión y apoyo por parte, sí de Pablo Iglesias, que al comentarlo ante la cámara se regodea en exaltar lo que hizo su camarada que, además de insultar a la agente le tiró del pelo, y que una vez metida en la faena quemó dos o tres contenedores.
A la Virgen, pese a ser mujer, se la puede insultar con la gravedad e impunidad con que lo ha hecho el podemita Héctor Ilueca, cuando grababa un vídeo en Valencia para anunciar su candidatura a presidir la Generalitat Valenciana. Durante la grabación parece que algo le molesta y reacciona iracundo diciendo: «Joder macho, me cago en Dios y en la puta Virgen ya». Una blasfemia que provocará la risa complaciente del Pablo Iglesias, que estaba en el acto para presenciar un libro de exaltación republicana firmado por Illueca,
Todo esto, que ha sido suficientemente explicado en los medios de comunicación, no ha merecido ninguna “rebelión” feminista. Así que ya nos explicara usted que podemos pensar.
Me temo que lo que falta es educación y leyes iguales para todos.
Reciba un saludo muy cordial
Buenos días. dice
Sr. German, una pregunta, que creo que yo no me entero. Los que gritaban en las ventanas del colegio y las chicas que lo justificaron, ¿cree usted que son de Podemos?
La mala educación y los malos gustos, desgraciadamente no son patrimonio de nadie, pero… la bandera, la Virgen y Dios tampoco, o no deberían.
Buenos días.
Antonio German Torres dice
La mala educación y las faltas de respeto desafortunadamente se encuentran en personas de todos los colores. Lo que intento remarcar es el hecho que destaca la Sra. Traver: «que depende de quién sea el agresor y a quién se dirija estigmatiza nuestra opinión sobre el hecho en cuestión». Y eso es lo que deberíamos evitar.
Un saludo