El Matarraña se ha visto, desde hace ya varios años, «obligado» a defender el sentir de una población que quiere a su territorio tal y como es, descartando la idea de que la posible implantación de parques eólicos, que representa un cambio ineludible en nuestras localidades, nos genere más beneficios que perjuicios.

La seña de identidad de un territorio, que quiere mantener su patrimonio y ama sus parajes naturales, choca frontalmente con la idea de la necesidad imperiosa de las tan mencionadas energías renovables como un factor esencial para lograr los objetivos de la Agenda 20-30.

No es ningún secreto: la Unión Europea nos impone unas directrices a seguir que nos indican que debemos mantener cierta sostenibilidad energética; y a ello se suma la imposibilidad de comprar energía en Rusia o el cambio climático que nos acecha. Eso sí, cuando esta teoría pretende llevarse a la práctica salen a relucir las carencias, que no son otras que un desconocimiento total de nuestra forma de vida y de nuestro sentir. Son múltiples y entendibles los razonamientos que tiene tanto este organismo europeo como nuestro país para buscar un futuro más verde, más sostenible. No obstante, siempre he pensado que lo importante no es sólo qué se dictamina, sino también cómo se aplica. Aludo al desgastado tópico «las prisas nunca fueron buenas» porque, en efecto, se les ha olvidado establecer un mecanismo de organización y reparto equilibrado en relación a las instalaciones de estos parques. Quizá, nuestro «tormento» no sería el mismo si hubiese existido un debate sobre el planeamiento territorial de estas energías renovables, ni mucho menos si las dos empresas que están interesadas en la proyección de sus parques en nuestros pueblos, hubiesen apostado por el diálogo o la negociación a fin de lograr un cierto consenso.

La realidad ha sido otra, aunque es ahora cuando ha llegado el momento de la verdad. Tras incontables manifestaciones, donde quienes ahora nos abandonan, agarraban desde primera fila con fuerza las pancartas reivindicativas, nos encontramos con que nuestra lucha debe dar un paso más allá: hemos tenido que interponer recursos de alzada ante el Ministerio de Transición Justa para ser escuchados. Como digo, justo en el momento en que además de las palabras, se necesitan los hechos y se añade el desembolso económico, la unanimidad que existía en la legislatura pasada se ha roto.

Todavía no me explico qué ha podido suceder para que la institución que representa a todo el territorio, la Comarca del Matarraña, donde todos los partidos por unanimidad presentaron alegaciones, ahora se desvincule totalmente a la hora de seguir con el proceso. Si cabe el malpensar, la única causa posible que encuentro tras el cambio de gobierno autonómico es la falta de honestidad con respecto a los ciudadanos.

Resulta irónico ver cómo un partido cambia de parecer de la noche a la mañana. Mientras los Socialistas de la Comarca sí presentaron alegaciones y mostraron sus discrepancias con respecto a sus dirigentes -puesto que en ese momento gobernaba el PSOE en Aragón- siendo fieles así al sentir de sus votantes, el nuevo gobierno comarcal -que al inicio del proceso llevaba la voz cantante- ahora se ha quedado, de pronto, mudo. La incongruencia es fácil de explicar: para el PP los intereses de partido están muy por encima de los que puedan tener sus votantes, de ahí que sean capaces de cambiar su discurso con la ligereza de quien se cambia de chaqueta.

Solo me queda la esperanza e inocencia de que, con las Navidades, los Reyes Magos traigan mucha coherencia y honestidad a quienes han cambiado de rumbo, abandonando a su suerte la reivindicación vecinal.

Susana Traver. Alcaldesa de Valjunquera