La técnica constructiva de la piedra seca es un recurso patrimonial de gran importancia en la provincia de Teruel. Para tratar de darla a conocer la Diputación de Teruel ha financiado la publicación de un cómic y un libro que abordan esta cuestión. Charlamos con Javier Ibáñez, el autor de una de esas publicaciones, el monográfico ‘La piedra seca en la provincia de Teruel’.
La piedra seca está muy presente en la provincia...
Sí. Destaca especialmente en el Maestrazgo, Gúdar-Javalambre, Matarraña y Cuencas Mineras. Es un elemento identitario de primer orden. Hay que tener en cuenta que es una técnica que está documentada desde hace 8.000 años en la provincia de Teruel y, por lo tanto, es uno de los elementos más longevos de nuestro ADN cultural.
Su importancia queda recogida en el libro presentado esta semana...
Efectivamente. En él pasamos revista a los orígenes de la técnica, a cómo se hace y a los últimos protagonistas, también a las principales tipologías y dedicamos un capítulo al único conjunto de piedra seca que ha sido reconocido Bien de Interés Cultural por sí mismo, que es el de La Iglesuela del Cid, y acabamos con las perspectivas de futuro, que son complicadas.
¿Por qué es tan especial esta forma de construir?
Digamos que es una técnica simple, porque es piedra sobre piedra. Aparentemente es muy sencilla, sobre todo para quienes no se han tenido que enfrentar a construir un muro de piedra seca, pero al mismo tiempo es una fórmula compleja, puesto que se requiere un conocimiento bastante exhaustivo. En un muro de piedra seca cada una tiene su sitio, no se desprecia ninguna y prácticamente no hay que trabajarlas. Además es una técnica barata y duradera. Tiene los componentes esenciales para ser una técnica de éxito perdurable, 8.000 años lo demuestran, pero al mismo tiempo también tiene su aquel, no es tan sencillo como se pueda pensar.
¿Por qué peligra entonces su futuro?
Tenemos varias decenas de miles de construcciones de este tipo en la provincia y la mayor parte de ellas son privadas. Por ese motivo la administración tiene limitada su intervención sobre las mismas. Además, en muchos casos esas construcciones han dejado de tener el uso para el que se realizaron. Con lo que, teniendo en cuenta todo esto, lo evidente es que tenemos un problema de conservación.
El libro pone en valor la técnica. ¿Busca también incitar a su conservación?
Los dueños, que cada vez están más concienciados, lo primero que tienen que saber es que tienen una especie de joya histórica, de elemento fruto de unas circunstancias muy concretas que vale la pena preservar. La primera vía es la concienciación. La intervención y el mantenimiento es un segundo paso que es un poco más difícil de lograr. Hay que tener en cuenta que hace pocos años había construcciones de este tipo que se demolían para hacer lo mismo pero con bloques de hormigón, con lo que si ya conseguimos que no se tiren, es un gran paso.
¿Por qué no se sigue construyendo de esta forma?
La piedra seca es víctima, para empezar, de las modas, ya que durante mucho tiempo se vio como una cosa antigua. Además, también existe el problema de la estandarización. Evidentemente construir con ladrillo es mucho más barato y más rápido. También hay que añadir otra cosa, lógicamente todo el tema legal y normativo en cuanto a los códigos técnicos de la construcción no contemplan la piedra seca como una técnica constructiva que se aplique normalmente.
Mencionaba el caso de La Iglesuela. Es una técnica realmente vistosa...
Sí. Habitualmente se habla de la piedra seca como una técnica constructiva, pero también forma parte de la arquitectura del paisaje. La Iglesuela, con sus 400 kilómetros lineales de tapias y sus 400 chozos con falsa cúpula por aproximación de hiladas configuran un paisaje singular que es reflejo de un capítulo de una época muy concreta de la Historia, del siglo XIX y el siglo XX, y que generan un paisaje que en este caso es especial y casi único.