Con el cierre de las dos últimas explotaciones de Samca, se acaba con la minería en Aragón pero no con una cultura que resiste en Ariño y comarca
La tradición minera no termina. Pudo terminar físicamente el 16 de enero pero jamás terminará moral y espiritualmente. El cierre precipitado de las dos últimas explotaciones de Samca en Ariño y Foz Calanda se esperaba pero no este 16 de enero. Se esperaba para dentro de al menos un año.
De hecho, durante los primeros días de enero y el último trimestre de 2018 hubo nuevas contrataciones en las auxiliares, tanto de gente de la zona como de otros territorios de tradición minera. Antonio Delgado es uno de ellos y a sus 33 años se vuelve a Ponferrada. Hasta el miércoles llevaba un dúmper en la mina de Ariño. Este leonés fue uno de los contratados de refuerzo hace tres meses. Venía para un año y a poder ser, para más tiempo.
«Me vuelvo pero allí no hay nada porque cerraron las minas, lo desmantelaron y está todo parado. Decían que iban a crear mucho empleo con los Miner pero no han hecho nada y la realidad es que marchó prácticamente toda la población», explica. «No nos podemos asentar ni aquí ni allí», añade. Asiente su paisano Orlando Méndez, un año menor que él y quien buscará trabajo de lo que sea en el Bajo Aragón.
Desde hace dos años trabajaba con un camión en la mina de Ariño y ahora, con pareja en Andorra, su único objetivo es quedarse. «Llevaba 10 años en la mina en León. Desde 2010 llevamos en crisis, nunca estás tranquilo», lamenta.
En la calle, de momento de vacaciones mientras se gestionan las recolocaciones en Samca, se quedan 195 personas. 39 pertenecen a la empresa matriz y 154 a diferentes subcontratas de maquinistas, transportistas, mecánicos y un largo etcétera de gremios.
El premeditado anuncio causó una tristeza que enseguida se transformó en más coraje para seguir reivindicando un porvenir para todos porque Ariño resiste a estos cierres al igual que Andorra, Alloza y toda la zona en la que hay vecinos vinculados a las minas. «En elecciones suponemos que vendrán a darnos palmaditas en la espalda y suponemos que vendrán a mentirnos pero vamos a seguir luchando, somos mineros». Francisco Espada es de Alcorisa y lleva 35 de sus casi 59 años, trabajando para las minas a través de una subcontrata. «Para Endesa no somos nada viendo cómo nos ha tratado, ¿cómo le dices a tu familia que hay que irse?».
A esta pregunta ya se ha enfrentado Miguel Ángel Celma, hasta el miércoles 16 maquinista en la mina de Ariño. Tiene 42 años y dos hijos de 6 y 9. «En casa preguntan si nos vamos a tener que ir de Andorra y por qué. Yo les cuento que estamos intentando que vengan más empresas que den trabajo y nadie se tenga que ir», dice. «No les puedo dar otra explicación más clara porque tampoco está claro lo que va a suceder», lamenta.
En eso incide el andorrano y también empleado de subcontrata, Salomón Amador, en que seguirán luchando por todos. A sus 35 años tiene pareja y, por la incertidumbre constante, vive en un piso de alquiler. «Me quiero quedar y por eso voy a luchar y si me tengo que ir, pelearé hasta el final para que este territorio, la gente que tienen sus negocios aquí, tenga alternativas, tenga un futuro. Luchamos por todos no solo por nosotros», añade. Él, como todos, está pendiente de las previsiones de Samca que el viernes anunció que se compromete a la recolocación de 120 en Ariño.
Este anuncio se tomó como un primer paso al que esperan en un pueblo, el de Ariño que resiste, le sigan más y que cunda el ejemplo. «Esto nos da algo de respiro, es la única empresa que se ha comprometido con el territorio», reflexiona Marina Cueto, ariñera y miembro de las Mujeres del Carbón. Carteles y proclamas penden de balcones y escaparates, también en los terrenos deportivos donde el Alcorisa por un lado, y el Andorra por otro, reivindicaron su futuro, en este último caso, en el Endeiza.