Dicen que a las personas y a las pueblos se les acaba conociendo cuando se enfrentan a situaciones extraordinarias. En el mundo del deporte siempre se dice aquello de «saber ganar» o «saber perder». En política, cuando un representante o una sociedad tienen que gestionar una crisis, es cuando sabemos de sus fortalezas y de sus debilidades.

Creo hablar en nombre de la inmensa mayoría de la ciudadanía si afirmo que hace unas semanas nadie podría predecir que esto nos iba a suceder. En nuestro día a día, nos enfrentábamos a mejores y a peores momentos; pero, seguramente, cualquier dificultad estaba muy aleja del problema que tenemos ahora mismo como sociedad: la pandemia del COVID-19 (Coronavirus).

Es una enfermedad desconocida, sobre la que sabemos más bien poco desde el punto de vista de la ciencia. Pero si nos detenemos en lo que ha sucedido en otros lugares, vemos que puede generar numerosos problemas. Algunos de los infectados, los más débiles, pueden fallecer. Además, dado que se transmite a una gran velocidad, si no podemos parar su transmisión, podríamos no sólo colapsar nuestro sistema de salud, sino que muchos enfermos con otras enfermedades no podrían ser atendidos de forma adecuada. Es por ello que como sociedad tenemos un reto muy importante: parar la transmisión de la enfermedad. Para ello todas las administraciones venimos tomando medidas que restringen nuestra movilidad y nos invitan a estar confinados en nuestras viviendas. Los servicios públicos y los comercios también van a parar su actividad con el fin de reducir nuestra presencia en las calles y plazas. Por lo tanto, todas las medidas van dirigidas a que estemos en nuestras casas y sólo salgamos para lo imprescindible. Además, es muy probable que conforme vayan pasando los días, algunas de las decisiones se vayan haciendo más exigentes.

Es cierto que no es fácil. En muchas ocasiones una persona no valora lo que tiene hasta que lo pierde. Hasta hace unos días teníamos la libertad de salir a la calle, hacer deporte, ir a nuestras tiendas o acudir con nuestros hijos al parque. Estas actividades hoy no están permitidas. Nuestra movilidad se ha reducido para frenar la transmisión y lograr controlar la pandemia. Y no lo hacemos sólo por nosotros mismos, sino por la sociedad. Si cada uno de nosotros hemos renunciado a una parte de nuestra libertad, es porque vamos a conseguir salvarnos todos juntos. O dicho de otra manera: la primera lección que debemos sacar es que en momentos de dificultad, o actuamos como sociedad, unidos, o fracasamos como individuos. Nadie va salvarse él solo y cada una de nuestras acciones será una pequeña contribución al conjunto de la sociedad.

La segunda lección es que las fronteras que hemos construido ya no tienen sentido en el mundo actual. Las enfermedades viajan a gran velocidad, como acabamos de ver, y en un mundo abierto, hasta las pequeñas poblaciones están expuestas a los mayores de los peligros. Es por ello que muchas de las barreras sociales que a veces construimos entre nosotros, ya no tienen la lógica de hace unos años. En todos los sitios hay personas que conciben su ciudad como algo más propio del siglo XX que del siglo XXI. Pero si algo debemos aprender es que la idea de ciudadanía es ya global. Ser alcañizano, maellano o andorrano no tiene nada que ver con la idea de pequeña comunidad.

La tercera lección de esta crisis es que podemos vivir de forma distinta. El sentido de la vida lo generamos cada uno de nosotros. Estos días muchos van a descubrir que más allá del consumo o el trabajo, hay un montón de personas a nuestro alrededor que dan sentido a nuestras vidas. Son nuestros vecinos, nuestros amigos o nuestros familiares. Cada vez que salimos al balcón a aplaudir a los sanitarios, a tocar el tambor o vemos colas de camiones esperando a cargar las mercancías, advertimos que la vida es generosidad y comunidad. De hecho, si no es por ellos, nuestras acciones individuales no tendrán mucho sentido en estas semanas. Pero quizás sea el momento de reflexionar sobre conceptos como la humanidad o la felicidad. Dicen los expertos que las crisis también pueden ser una oportunidad para cambiar. Quizás sea el momento de dar más sentido a nuestras vidas.

En definitiva, Alcañiz sólo podrá superar esta pandemia unida. Por eso, os pedimos que sigáis todas las instrucciones y pautas que se van estableciendo. Es fundamental que actuemos como una sola comunidad, que comprendamos que cada una de nuestras acciones son fundamentales para que todos superemos esta crisis. Nos esperan semanas difíciles, complicadas, pero si no queremos desfallecer como individuos, debemos comportarnos como un equipo. Cada acción, por pequeña que sea, nos ayudará a superar cada uno de los días. Esta situación pasará y volveremos a la normalidad. Confío que cuando esto pase, sea una comunidad más unida.

Ignacio Urquizu – Profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, diputado del PSOE en las Cortes de Aragón y Alcalde de Alcañiz