Lenguas. Una y mil lenguas se hablaron en la bíblica Torre de Babel, mito que narra el Génesis para explicar por qué en el mundo se hablan tantas lenguas diferentes, cuando lo había creado un solo Dios.

Todo el mundo sabe que la lengua une y separa, dependiendo de su utilización política, económica, o simplemente, social. Y éste es el caso actual de Aragón: una tierra trilingüe en donde ni siquiera existe un acuerdo sobre qué lenguas se hablan.

Para cualquier persona ajena a lo aragonés seguro que le sorprenden sobremanera estas palabras, pero creo, sinceramente, que a ningún aragonés nos cogen por sorpresa. Somos, o mejor dicho, nos hemos convertido en una tierra diluida en sí misma, trasnochada y sin identidad propia, lo que nos avoca a un futuro que no existe: la despoblación.

Sin embargo todavía existen héroes que luchan por ella. Gentes normales y corrientes que no entienden, y por ello no lo permiten, que les digan de fuera lo que son o tienen que ser, hecho que nos lleva sucediendo desde 1713, momento en el que la historia se tragó para siempre la Corona de Aragón, uno de los Estados más potentes de la Europa Medieval.

Estas gentes viven menoscabados en su día a día, ya que hablan castellano, como todos, pero también una lengua que muchos se empeñan en decir que no existe: el Chapurreau o Aragonés Oriental.

Ésta es la conclusión, un año más, del XII Encuentro de Entidades de la antigua Corona de Aragón (CEACA), que se celebró en Valderrobres en octubre de 2019, con representantes de Aragón y Valencia, ya que los de Baleares no pudieron acudir por un problema en los vuelos, y los de Cataluña hace tiempo que no admiten ninguna otra versión que no sea la suya, y que todos conocemos bien a estas alturas.

Con un salón de actos lleno y expectante, se presentó la realidad actual de las lenguas en Aragón y en Valencia, donde el catalán avanza inexorablemente en contra del valenciano, Comunidad Autónoma donde se utiliza una gramática catalana para enseñarlo, y en Aragón, donde ciertos partidos políticos instrumentalizan la lengua para sus fines, intentando sustituir el Chapurreau por el Catalán, como si fueran lo mismo y no dos lenguas diferentes surgidas desde el lemosín del sur de Francia, ya en la Edad Media.

De esta forma hemos llegado a un Aragón trilingüe, que por su coste y complejidad no termina de ser aceptado por los aragoneses: Castellano como lengua común; Fabla Aragonesa en la zona pirenaica, excepción hecha de los hablantes de Zaragoza ciudad, más numerosos si cabe; y por último el Chapurreau, que se habla todavía en el Aragón Oriental, y que determinados intereses, foráneos o internos, quieren eliminar a toda costa para sustituirlo por el Catalán, tanto por las deudas de la política estatal, como catalanistas, o incluso de algunos particulares, bien por haber trabajado y vivido en Barcelona o para que lo puedan hacer sus hijos, idea que ha ido fructificando, sin duda, desde la despoblación endémica que padecemos ya en los años 60 del siglo XX.

Las conclusiones del encuentro nos dejaron dos ideas fundamentales: que es necesaria una gramática del Chapurreau, donde se demuestre, de una vez por todas, que se habla y construye diferente del Catalán; y la necesidad de una difusión de su existencia, como están haciendo la misma CEACA, la PNHC, FACAO o la Asociación Amics del Chapurreau, entre otros.

Les dejo un caso concreto para demostrar mis argumentos: el otro día, buscando una información por internet, accedí de forma casual a una página web de la Comarca del Bajo Aragón, donde aparece una explicación somera de los atractivos de sus pueblos. En el caso de La Ginebrosa, uno de esos municipios con paisajes y edificios muy sugerentes, el origen de su nombre aparece asociado al término catalán «ginebre», curiosamente, cuando en el Bajo Aragón, desde que alcanza la memoria, es decir, más de tres generaciones, se ha llamado «ginebro» al enebro, del cual, por cierto, tanto de La Ginebrosa como de Torrevelilla, se extraía el «aceite de ginebro», muy conocido por su utilización como desinfectante del ganado. Así lo atestigua un ganadero de profesión como Manuel Cerezuela, el Juez de Paz de Castelserás.

Buscando documentación al respecto y con la ayuda de Antonio Martín Costea, científico del CSIC, hemos encontrado en un documento de 1440 en que se traficaba en la zona con el «aceite de ginebro» que servía para «quitar la roña de las ovejas». Si hacemos mención de que la reconquista y posterior repoblación es aragonesa, en concreto de D. Blasco de Alagón, con Carta de Población de 1260, sólo podemos deducir que La Ginebrosa viene del Chapurreau «ginebro» («chinebro» en Fabla) y no del término equivalente en catalán, ya que se derivaría de un «lugar ginebroso», es decir, con bosques de enebro, o una tierra ginebrosa, con abundancia de enebro. https://visitbajoaragon.com/es/municipios/la-ginebrosa

Esperamos que, al menos, la citada Comarca del Bajo Aragón corrija este error tanto lingüístico como histórico, que entendemos puede ser fruto más del desconocimiento que de nuevas tergiversaciones como las que ya nos tienen acostumbrados desde el catalanismo, lo que demuestra, en cualquier caso, que todavía queda mucho por hacer.

Juan José Barragán – Profesor de Historia