Siguen impresionando las imágenes del derrumbe de Pui Pinos en 2017, todavía hoy cuesta discernir si las imágenes corresponden a Alcañiz o a Alepo después de la batalla. Y sigue impresionando, más todavía, que nadie resultara herido o fallecido.

Se inició tras los hechos, un proceso que se sabía sería largo y doloroso, pues eran un buen puñado de familias las que perdieron muchísimo. Se encontraron con una respuesta por parte de la administración y la política, que no estuvo a la altura de las circunstancias. Empatizar con las víctimas es lo natural, también lo trato de hacer con los gestores, pues comprendo que es un tema grueso para manejar en el que no debemos juzgar a la ligera, pero precisamente falta de empatía, es lo que puedo apreciar en declaraciones que he leído al exalcalde Suso, que al menos desde la distancia no parece un adalid de la humildad, pero también en las de otros políticos de Alcañiz que tampoco estuvieron muy acertados y no hay ninguna administración, ni político, que deba estar por encima de ningún ciudadano y menos si se ha obrado mal, que no lo olviden, porque a veces uno no sabe si están aquí entre nosotros o todavía no han aterrizado.

Desconozco si las víctimas están satisfechas con la sentencia. Es obvio, que nada ya les devolverá sus vidas de antes del derrumbe, pero al menos parece que se ha manifestado con claridad que la serie de negligencias que desembocaron en el suceso, no han quedado impunes ni vinieron de la nada y eso, en este país, donde nos dijeron que el Alvia de Santiago se accidentó por el conductor o el YAK-42 por el piloto, ya es algo. Aunque también aclaro que de este asunto, hay cosas que desprenden un aroma a cloaca considerable y las cifras sin conocer en profundidad el asunto, me parecen insuficientes.

El casco antiguo de Alcañiz y él de otras localidades, tienen muchas zonas en un estado lamentable, con multitud de edificios derrumbados o a medio caer y el peligro sigue presente, que luego sabemos lo que pasa y no es plato de buen gusto actuar a toro pasado con alguna tragedia por medio, en una realidad ya avisada. Y el asunto no solo es el estado de las construcciones o el abandono de patrimonio, en Andorra, por ejemplo, les invito a mis paisanos a recordar el número de negocios que había hace 40, 30 o incluso 15 años y lo que queda ahora en el casco antiguo, son zonas en francas devaluación. Porque todo va de la mano, todo está relacionado, no lo olvidemos y el derrumbe de Alcañiz fue una consecuencia de la envenenada combinación de abandono y negligencia. Consecuencia que veremos en más lugares si no se actúa con cierta diligencia. Aún estamos a tiempo, de dar un margen, un espacio para todos aquellos que desde las instituciones entren en el camino de la disculpa, la colaboración o la humildad de reconocer que de todo no se puede saber, porque de mirar para otro lado, ya sabemos bastante.

Víctor Puch. Sal en la herida