Cuando pasaba las vacaciones de verano, Navidad y Semana Santa además de otras fechas señaladas como las fiestas de septiembre o las patronales de febrero, me llamaba la atención las muchas asociaciones que funcionaban en la vida cotidiana de mi pueblo, Alloza.
Asociaciones y agrupaciones de todo tipo y ámbito como la Cofradía de Tambores y Bombos; Amas de Casa; Cazadores; Club de Jubilados; Peñas de cuadrillas con sus Estatutos; Amigos y Simpatizantes del Calvario; Padres y Madres de los alumnos del colegio; Sanantoneros; Aguederas; Colectivo para la corta de la Hoguera de San Blas y otras más que seguramente dejo sin mencionar pero que con seguridad existen.
Una vez fijada mi residencia de manera permanente, he podido apreciar mucho mejor la importante labor que todos estos colectivos desempeñan y que tienen una repercusión positiva y directa en las distintas actividades, creando nuevos espacios en las relaciones de las personas que rompen la rutina del día a día, especialmente en los meses de otoño hasta la primavera.
Es curioso que cuando nuestros pueblos se van despoblando de manera alarmante, se experimente un aumento de todo tipo de asociaciones. Quizás sea el resultado de una reacción o necesidad que hace que las personas se agrupen para identificarse en función de aficiones, habilidades, o simplemente en base a relaciones personales.
Un hecho llamativo que he podido constatar, y pido disculpas anticipadas para quien no lo comparta, es que el motor que mueve la mayoría de estos colectivos son sin duda las mujeres. Gracias a ellas se produce un impulso muy notable de todo tipo de actividades, consiguiendo en el dÍa a día muchos más estímulos y alicientes. Y mucho me temo que también en los otros pueblos los hombres estén poco presentes en este tipo de asociaciones.
Una de las muchas y grandes virtudes que poseen las mujeres es su sentido y capacidad de organización, constancia y trabajo para lograr los objetivos que se proponen y sobre todo capaces de dar continuidad de futuro a los proyectos.
Por el contrario y sin ningún ánimo de personalizar, la impresión general en el papel de los hombres en estas asociaciones es algo diferente, en el sentido de que nosotros nos involucramos en cualquier proyecto con mucho empuje al inicio, pero al poco tiempo tendemos a desinflarnos y a desencantarnos hasta abandonar con cierto hastío.
Pero la cuestión es si realmente colaboramos lo suficiente.
Nuestros pueblos necesitan cada día más contar con las capacidades y habilidades que las personas tenemos. ¿Por qué no sumamos esfuerzos y nos involucramos todos en proyectos, que al fin y al cabo, van a repercutir positivamente en la vida del pueblo?
Son excelentes todas las inquietudes que existen en las distintas asociaciones y colectivos, pero de alguna forma, deberíamos debatir y pensar en cómo mejorar. Podemos agruparnos más y mejor para ser más fuertes, y sobretodo para lograr la CONTINUIDAD, tan necesaria para que los proyectos no se queden en agua de borrajas.
Es necesario hacer un llamamiento para que seamos más participativos en todos estos motores que hacen que un pueblo se sienta vivo.
La vida en los pueblos tiene todos los elementos para que las personas nos sintamos importantes, satisfechas y sobre todo útiles. Solo es cuestión de que seamos capaces de poner a disposición de la comunidad aquello que mejor sepamos hacer y juntos disfrutar de los logros obtenidos.

*Antonio Garay – Ex Director de RRHH