Soy asiduo al pueblo de Aguaviva en la provincia de Teruel y asisto atónito al desastre ambiental que están ocasionando los camiones de Fernando Roig y demás empresarios de la cerámica ubicados en Castellón. 

Sin exagerar son más de quinientos camiones que a diario hacen el recorrido de Castellón a las minas de Estercuel, Galve y Seno en busca de la arcilla para luego ser procesada en la fábrica de PAMESA, en Castellón y lo hacen a destajo con una media de dos viajes por día y por camión. 

Esta acción desenfrenada se está cargando carreteras, poniendo en peligro a sus habitantes y ocasionando un impacto medioambiental sin precedentes. 

Teruel es una zona de poca densidad de población, por lo cual importa bien poco su opinión y está es lamentablemente la realidad. 

Es lamentable que se produzcan situaciones como a la que me refiero y todos de alguna manera somos culpables, desde la administración a los medios de comunicación a los que no se les ha oído ni media palabra y por supuesto a los empresarios de la cerámica que poco les importa el nuevo escenario creado, su máxima es el dinero y no tendrán fin hasta conseguir sus propósitos por lo pronto la concesión está prevista a 24 años vista. 

No debemos consentir este tipo de acciones que me recuerdan a la sumisión de un pueblo sometido a su amo, no podemos consentir que se carguen el medio ambiente ni que pongan en peligro nuestras vidas, no podemos ser cómplices de su voracidad desmedida y debemos pedir responsabilidades a aquellos que parecemos importarle un carajo. 

Francisco Rueda Hernández. Correo del lector