Vuelve cierta normalidad a nuestros pueblos, en unas fechas de inicio de curso con una tensión ya mermada de una vez, después de meses duros, en los que nos hemos puesto todos a prueba en nuestra moral y en nuestra psicología. Sin duda, los adolescentes han sufrido en gran medida, en un momento de su vida que necesitaba de mayor amplitud de espacios y de libertad y lo han acabado pasando fatal y en según qué momentos, entre todos, los hemos demonizado de manera injusta. Sin embargo, la gente menuda ha encontrado formas de motivarse y de tirar adelante, quizá por qué tampoco tenían la experiencia de una vida abierta y por tanto, el enclaustramiento de la pandemia no les ha supuesto algo nuevo.

Pero llevando el asunto a lo colectivo, a los grupos, a los equipos, a los clubes o a las entidades sin ánimo de lucro, es agradable ver en nuestras localidades, cómo empiezan a reflotar iniciativas asociativas, deportivas, musicales, sociales, medioambientales o culturales de naturaleza altruista, que llevan muchos meses paradas y que incluso desde las instituciones, se han protegido, dado que hemos vivido meses donde toda la responsabilidad jurídica estaba siempre en boca de todos y no resultaba justo que asociaciones o ámbitos de colaboración de personas voluntarias, pudieran encontrarse ante situaciones de responsabilidad jurídica o similar.

Asociaciones de mujeres, de jóvenes, la cultura, el mundo del deporte y muchas mas, están empezando a ofertar sus actividades, talleres, cursos o proyectos. Todo esto levanta la moral y ayuda a imaginar la salida de este agujero que hemos vivido. Son espacios o ámbitos de convivencia que nos dan la vida y nos relacionan con nuestros cercanos, llenan nuestro ocio y el tiempo para nosotros mismos y sobre todo, son terapéuticos para salir de este mal sueño.

Pedro Bello. GANAR La Puebla de Híjar