Escribió Machado: «En España no se dialoga porque nadie pregunta como no sea para responderse a sí mismo. Queremos estar a la vuelta de todo sin haber ido a ninguna parte. Somos esencialmente paletos». Creemos dialogar mucho porque multiplicamos hasta el agobio la comunicación digital, sin conseguir en absoluto aumentar la capacidad de compartir y menos de comprender. Creamos globos de relación supuestamente confortables sólo para los que «piensan» como «nosotros», cuando en realidad se trata de los que siguen unas ideas avaladas por el «influencer» político de moda. El desbordante potencial de los datos y la subsiguiente manipulación para que se ajusten a determinados intereses, mas la proliferación de las noticias falsas y los bulos, convierten este tiempo en una época de total incertidumbre. Lo malo es que la incertidumbre, que es intranquilizadora pero también podría ser creativa y provocadora de cambios, está mutando en una fuerza negativa que provoca, en política, la confrontación, generalmente violenta y cortoplacista. Y en la sociedad la exclusión del contrario, su demonización y por tanto la imposibilidad de diálogo. La globalización es contrarrestada por los nacionalismos cada vez más excluyentes y los populismos maniqueos. Todo es más global en estos días, desde la salud a la economía o esa dinámica de la miseria y la necesidad que escenifican los refugiados, pero lo único que parece prevalecer es el contagio hegemónico de las ideas que excluyen y crean anatemas por razones políticas, de raza, sexo, nacionalidad, economía precaria o país de origen.

Estas exclusiones nos llevan a un rumbo de colisión global con desafíos tan candentes como las pandemias, los efectos del cambio climático o el recrudecimiento, vía «hackers» de la inseguridad digital (que puede causar un «blockout» digital global que nos lance de regreso a la edad media). Sólo queda un camino: aceptar el pluralismo mundial y su gestión a través del diálogo paritario. Pluralismo y diálogo para afrontar la crisis global de manera efectiva.

LOGOI. Alberto Díaz Rueda