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Las decisiones realmente importantes se toman sin parafernalias, sin aviones que contienen helicópteros; sin policías, sin cortes de tráfico. Sin ruido. No es el caso de la última reunión del G7 en Biarritz, al lado mismo de Irún.

Los máximos dignatarios de los siete países más industrializados (si exceptuamos a China, Rusia, India, Brasil o Corea del Sur) iban, supuestamente a decidir sobre el futuro del mundo. Cuestiones como la situación de Irán, los incendios amazónicos y otros asuntos como la guerra comercial con China ocupaban la parte del león de la agenda de esos mandatarios.

Sin embargo, al margen de las manifestaciones antiglobalización, los cortes de carreteras con el consiguiente perjuicio para camioneros, turismo y habitantes de la zona, me aventuro a vaticinar que las consecuencias de esta reunión serán de alcance más que limitado. Puro teatro y postureo de cara a la opinión pública.

Y mientras India y China, silenciadas, siguen su paso firme aunque no se nombren ni se muestren. Ellas, presumiblemente, acabarán siendo las futuras potencias mundiales, si no es que son ya las presentes aunque no lo sepamos.

El imperio yanki y por extensión anglosajón sigue, por inercia. También el francés era la lengua de la economía y la diplomacia internacional cuando los Estados Unidos de Norteamérica estaban más que consolidados como país de referencia el el contexto internacional.

Ahora sigue el inglés, pero el gigante tiene los pies de barro. Aguantará un tiempo, pero el cuerpo ya está atacado por la enfermedad y la madera por las termitas. Lo demás es cuestión de tiempo.

Aunque Trump quiera comprar Groenlandia como sus predecesores en el cargo compraron Louisiana a los franceses, las Islas Vírgenes estadounidenses a los daneses o Alaska a los rusos.

Dicen que el calentamiento global sigue imparable. Y unidas a las evidentes desventajas que esto supone, la adaptación también conlleva nuevas oportunidades y es que el acceso a recursos escondidos bajo el hielo se antoja más fácil, lo mismo que la explotación de éstos. No sólo en Groenlandia sino en todo el Ártico.

Y mientras se gesta una nueva crisis, según apuntan algunas voces, el verano perdura, y da los últimos coletazos, lo mismo que las fiestas locales de casi todos los pueblos de España. En Puerto Rico algunos claman por volver a ser parte de España y el no Gobierno sigue de vacaciones mientras la coyuntura apunta a unas nuevas elecciones.

Así van las cosas, y sobre todo funcionan de una forma que no nos cuentan. Que ni siquiera nos omiten pues la desinformación consiste en decir medias verdades y medias mentiras para dificultar el discernimiento de cuál es cuál.

Poco a poco vamos volviendo del descanso a la rutina, y henos aquí, como casi siempre, comentando y opinando del todo y de la nada. Feliz semana, amigos, y hasta dentro de siete días.