Estamos pasando un mal momento en España con la pandemia originada por la covid-19. No es algo que suframos sólo nosotros, porque en todos los sitios cuecen habas, pero como reza ese refrán, en este país se cuecen a calderadas.

Esta enfermedad nos obliga a una serie de hábitos a los que no estábamos acostumbrados pero con los que hay que convivir. Son órdenes de arriba y hay que cumplirlas. Tenía claro que a nosotros, los españoles, igual que a otros muchos, esto de usar mascarillas e hidrogeles no nos iba a gustar, pero lo que me ha sorprendido es cómo el miedo se ha introducido en nuestras vidas, un miedo que, en mayor o menor medida, nos atenaza y no nos deja seguir realizando cosas que antes hacíamos.

Nosotros, los españoles, que como ya he dicho otras veces, somos un país cainita donde los haya, hemos de tener en cuenta que la covid-19 ha traído otros problemas adjuntos. Más allá de la enfermedad, que ya es mala per se, hemos de mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta que existe un grave problema económico y que éste, sobre todo en sitios pequeños, tiene cara, nombre y apellidos, y nosotros, los españoles, tenemos la responsabilidad moral de intentar mitigar, en la medida de lo posible, este drama que están sufriendo muchas familias y negocios.

Muchas instituciones públicas han sacado líneas de ayuda para tratar de aliviar, dentro de sus posibilidades, el grave roto económico que este tsunami les ha infligido. En Caspe, sin ir más lejos, todos los partidos políticos con representación en el Ayuntamiento han aprobado por unanimidad unas importantes ayudas en efectivo para PYMES y autónomos, y en la comarca también se han sacado otras ayudas, en este caso para sufragar gastos de material relacionado con la covid-19. Considero que todo esto ya no es que sea importante, es que es esencial para que todos esos negocios que lo están pasando mal se sientan arropados y reciban un calor institucional del que a veces han estado huérfanos; pero no podemos perder la perspectiva y hemos de tener en cuenta que todos estos esfuerzos pueden quedar en agua de borrajas si los demás, los españolitos de a pie, la infantería, no realizamos nuestra labor dentro de la cadena haciendo lo mismo que hacíamos antes de la pandemia, ya que somos nosotros, la gente, la principal ayuda que tienen todos ellos para seguir existiendo y teniendo las puertas de sus negocios abiertas.

Cuando me saqué el carné de conducir, a los 18, mi instructor, Julián, me dijo una de esas frases eternas pertenecientes a la cultura popular y extrapolables a casi cualquier situación: «Al coche hay que tenerle respeto, miedo nunca. El miedo te matará». Eso es lo que tenemos que tener nosotros, respeto, pero nunca miedo, porque somos nosotros los responsables, dentro de nuestras posibilidades, de que la economía fluya. Somos nosotros, con nuestro respeto, los que tenemos que comprar, gastar, salir e ir de vacaciones y no tener miedo a hacer cosas, porque ese miedo nos matará.

Agustín Moré – CIUDADANOS Caspe